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textos que en algún lado tenía que poner.

lunes, 22 de diciembre de 2008

M de Mes a Mes.

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Hace como dos meses que estamos por acabar el año. Literalmente, lo vamos a acabar (Sin ningún doble sentido orgásmico). Lo bueno es que ni cuenta nos damos entre tanta lista de regalos y tanto turrón. Que con qué plata logramos comprar todos los regalos (y el turrón) es otro tema.

Los argentinos gozamos de una especie de regocijo morboso. Tenemos ventaja. El mundo en crisis. Y nosotros, acá, relajadísimos, con sobrada experiencia en el tema.


Vimos a Madonna, nos quemamos la cabeza con gente en pelotas bailando por no recuerdo qué, nos reencontramos con la inflación, nos grita la reina que nos gobierna y como princesas no tenemos, disfrutamos del casamiento de Flor de la V.


Medio año estuvimos paralizados por la disputa Gobierno vs. Campo y la otra mitad intentando reponernos. River último y Maradona abuelo (pero no de la Selección, eh).


En el mundo, Ingrid Libre, y en reemplazo del que se ganó el zapatazo, Obama. Después, lo mismo de siempre pero peor. Como en las familias, en épocas de crisis se sacan los trapitos al sol. Llega la Navidad y el tío que huele mal recibe jabón. Mucha guerra, mucho rehén. Discriminación y barbarie. Con el mundo y con el tío.


Un 2008 tremendo, pero no tan diferente. Sólo que uno está más viejo. Siempre.

En casa el verano pasó con calor y terminó en Merlo. La bebe sobre todo puso a prueba mi paciencia. La mayor creció tanto que da miedo. Ocho años de amor. Los gatos son dos. La familia y los amigos. Llegó el otoño, mi estación favorita y casi nos mata de frío el invierno, pero no. La primavera se hizo presente a pesar de mi negativa y enseguida, otra vez verano.

Promediando diciembre, mientras intento adivinar si el ataque de hígado me va a agarrar antes o después del 31, misteriosamente siento algo que se parece al espíritu navideño. Me convence de que apenas terminen estos 365 empiezan otros. Y que cada uno haga lo que quiera con ellos.


Afirmo descaradamente que, si sobrevivimos a estas fiestas, la vida sigue a diario.
Y que la bolsa nada, pero nada, tiene que ver con esto.


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domingo, 14 de diciembre de 2008

M DE MI AMOR.


Con mi amor primero fuimos compañeros de colegio, luego amigos. Después mucho más amigos. Finalmente novios. A continuación ex. (Estuvimos un tanto reiterativos con estos dos últimos estados). Un día de diciembre, con un calor divino, nos casamos. Y un ratito después, hace unos días, cumplimos ocho años de casados.

Ese mismo día, el del aniversario, en la cama y a oscuras, hicimos una especie de racconto de lo acontecido. Porque de verdad nos parecía que si abríamos la heladera íbamos a encontrar un pedazo de torta de bodas (Gracias a Dios no eh). Parece que en 8 años tuvimos dos hijas, dos gatos, dos casas, dos autos, familiares muertos, otros que casi, algunos que deberían, un tumor, muchos viajes, muchos sobrinos, una empresa, varios trabajos diferentes, la familia, ex amigos, nuevos amigos y los buenos de siempre.

Y para ser honestos, casi ninguna pelea importante. Y de la monotonía nada. Y de la abulia y el aburrimiento que nos habían prometido ni noticias. Nosotros la pasamos bien juntos. Nos admiramos y nos respetamos, pero por sobre todo nos reímos mucho. Hasta las discusiones son graciosas, parecen campeonatos de ironías. Y claro, el sexo es genial. Y mucho.
(Porque viste que está todo eso de que la pasión se acaba, bla, bla, bla. Ja!).

Nosotros por las dudas hicimos una especie de contrato tácito. Nos casamos por diez años. Y después vemos. Si estamos de acuerdo renovamos. Sino, como diría mi hermana, a otra cosa mariposa y si te he visto no me acuerdo. Y capaz renovamos por menos tiempo, no sea cosa que los próximos diez se nos hagan largos.


Mientras, como faltan dos años, festejamos el aniversario. Bueno, el día exacto no pudo ser porque era lunes y las nenas, y el laburo. Instituimos entonces la semana del aniversario. Y se llenó la casa de jazmines, y el aroma me recuerda que es la semana “de”. Y me lleva a la noche de bodas, cuando entramos al departamento a las casi nueve de la mañana, con una bandeja de bombas de chocolate de la mesa dulce, arrastrando yo mi vestido de cuero (diciembre, calor matinal, hermoso) y el su traje y desde el pasillo de entrada nomas, el departamento que sólo tenía somier y heladera estaba inundado de jazmines (Es la única flor que me gusta, el resto me resultan desagradables). Y entonces, rodeados de jazmines, hace 8 años, desayunamos dos botellas de champagne y las bombas de chocolate y cuando nuestros amigos y cuñados sacaron el dedo del timbre empezamos realmente a festejar.

Para los 8 años, como si llegamos a desayunar champagne con chocolate nos internan, habíamos pensado en irnos a pasar un fin de semana romántico a un hotel con spa. Era todo un desafío de logística. Dejar a las dos nenas todo el fin de semana con todo organizado requería más concentración de mi parte que el plan de negocios de mi empresa para un 2009 en crisis mundial.

Lo bueno fue que cuando nos pasaron el presupuesto lo desestimamos inmediatamente. Luego investigamos varias opciones, hicimos un análisis profundo y elegimos. Nos vamos a ir a un telo. A un telo caro, no se crean. Total, a los fines prácticos, es lo mismo.


Así que promediando la semana que terminaremos pernoctando reconozco que a veces me atacan una sensación rara, como de quien espera una tragedia. Porque todo el mundo te dice, todo el mundo te advierte. Y yo sólo tengo motivos para celebrar. Bueno, no somos Laura y Almanso (gracias a Dios porque yo adentro de un vestido con flores debo ser un espectáculo terrorífico), pero vamos juntos.


Mi amor, al que le va a agarrar un paro cardiorrespiratorio de la vergüenza cuando lea esto, es un tipo amoroso y apasionado. Brutalmente honesto e intrínsecamente bondadoso. Muy generoso conmigo. Muy inteligente y muy irónico. Tan dulce con sus hijas que da asco. Tan enamorado de mi que me desarma todos los días. Es una de las poquísimas personas en el mundo que me cierra la boca. Y no de un beso. Mi amor me sorprende en las situaciones en las que me caigo. Mi amor era un chico cuando me enamoré de el. Y ahora es un hombre que toca la guitarra y que viajó 8 horas abrazado a la wii. Y por eso también lo amo. Mi amor confía. Y yo en el. Siempre. Quiero que esté conmigo pero puedo vivir sin el. Mi amor me mejora y yo doy mi vida por el.


Con mi amor no tenemos ositos de peluche ni mensajes cantados. Sabemos que un pasacalle para el día de los enamorados no sería otra cosa que el comienzo del divorcio, jugamos competencias para ver quién hace más puntos en la DS y disfrutamos de los éxitos del otro. Siempre. Mi amor nunca me trajo bombones en una caja en forma de corazón (porque sino no llegábamos a los 8 años) y siempre soy su prioridad. Y el la mía. Y no hay mucho más que eso.

Y en este post que desde el principio nomas peca de meloso (Prometo que no vuelvo a escribir algo así) sólo me resta agregar que me cago en los agoreros, que desafío al destino y que apuesto a más. Porque mi amor, yo ya me agendo, que en dos años, me vuelvo a casar con vos.


Y esta vez asumo que me toca a mí, entonces, para que tengas tiempo para pensar la respuesta, te pregunto desde ahora… Te querés volver a casar conmigo?


Sería un honor.

(Y feliz aniversario).

jueves, 4 de diciembre de 2008

M de Madonna.

Bastante complicado fue organizar la cuestión. Una al colegio, la otra al maternal. Luego la niñera y a casita. Después se bañan (Y me baño), se cambian (Y me cambio) y a la casa de la abuela. El padre vuelve de trabajar y las levanta. Yo enfilo, contenta, con mis all star de charol, al recital de la reina del Pop.

Ella y yo tenemos una relación especial. Fue mi primera guardia periodística. Era mucho más joven yo cuando esta mujer llegó a la Argentina asustadísima. Parece que el Delta no se parecía a la Isla Bonita y que los muchachos (Algunos peronistas) no estaban muy de acuerdo con que encarnara a la abanderada de los pobres. Un susto tenía la estrella. No asomó ni la nariz por la ventana del hotel ni por equivocación.

Pasé mi primer noche ahí (Es un lugar común, pero la primera vez siempre duele, ya sabemos). Pantalón cremita tenía yo. Me visto con algo diferente al negro unas dos o tres veces al año. Esa fue una, igual no importa, porque al final de la guardia estaba tan negro como el 90% de mi ropa.


Salió a comer y la seguimos. Nosotros con otros 800 equipos de radio, tele y gráfica y unos 400 fanáticos desquiciados con guantes de encaje y labios pintados de rojo. Reflexión aparte, esos mismos locos de remate, algunos más, otros menos, son los mismos, pero los mismo eh, que están ahora acampanado en River. Hay varias cosas que no logro comprender. Para empezar, quisiera saber qué les pasó durante todos estos años como para seguir con el guante de encaje puesto. Y ya que hablamos de la ropa, les pregunto, no notaron que esta mujer hace mucho ya que viene ganando cifras de dinero exorbitantes y se viste muy bien? Lo notaron? Claro que si. Entonces, pregunto, qué hacen vestidos como si estuvieran adentro de la peli Buscando a Susan? También podría preguntarles cómo es que después de esa película siguen siendo fanático, pero mejor no. Será que yo no soy fanática de nada. Me fanatizo únicamente con algunas ideas propias. Y por lo general me arrepiento, pero ese es otro tema.


Salió a comer. No había imágenes de la cantante en el país. Aún no había filmado en el balcón. Y fue a comer a Puerto Madero (Que ya existía eh). El restaurante (La palabra restó no existía gente) quedó rodeado. Y mientras yo la pasaba bomba relacionándome con el zoológico circundante noté un hilo de luz entre la cortina y la pared del comedero. Rompimos el espejo de mi angel face (Ahora uso MAC sino se me cae la cara a pedazos, pero en ese momento me podía poner arena y quedaba divina… divina juventud) y la pericia de un gran camarógrafo hizo el resto. Ahí estaba la diva alimentándose, como todos los mortales. La cantante comía! Y esas imágenes fueron las primeras así que se pasaron hasta el hartazgo.


Por eso digo, por la relación especial que nos une (Aunque ella no esté enterada) de muy mal gusto me pareció que me suspendiera el show.
Para empezar fue un caos conseguir entrada. Viste que te las van tirando de a puchitos. Que abrimos la primera fecha, que después la segunda, que hacemos cola por 6 días (Ah, tengo otra consulta para los eternos fans: De qué viven lindos? Cómo es que se toman todos esos días para estar parados delante de la mansión del Hyatt, eh??). Y el servicio de ventas de entradas on line, que es, como decirlo… no encuentro la palabra justa… a, si, una reverenda cagada.

Habíamos conseguido entradas, teníamos fecha. Y ahí nomás, entre adopción y adopción, va y se divorcia. Y el ex parecía un caballero, mirá que ni un peso le sacó. Pero algo debe haber pasado porque cuando parecía que habíamos superado el mal trago y el peligro de suspensión parecía haber pasado, se despacha Guy con ese comentario tan agradable sobre que tener sexo con su esposa era como tenerlo con un tendón. A mi me pareció recordar que Naomi había hecho declaraciones diametralmente opuestas… igual, yendo a lo práctico, cagamos pensé yo, se deprime la diva y me suspende el show.


Pero no, llegó, no se escondió, visitó a la reina que nos gobierna (Que no cabía en si misma rodeada ella x la Ingrid y la Madonna, mirá cuando la vea Cobos) y ya estábamos!!. Ella, los 432 guardaespaldas, la secta de orates que bailan en la vereda para los noticieros y todos los que pudimos pagar la entrada!


Ya estaba enojada yo porque parecía que todo el mundo vendía su entrada. Con lo que me había costado conseguir la mía. Y encima, de cinco chicas materiales que íbamos a asistir, una no consiguió pasaje desde Madrid, a otra la mandaron a San Pablo. Quedamos tres, y una de las dos, que claramente no soy yo, quiere ir temprano para ver a Paul Oakenfold. Será posible. Decí que vendimos las dos entradas sobrantes.. (Antes del cambio de fecha, obvio, porque sino no las hubieras vendido, puta madre).


Y entonces, ahí me cambia la fecha la muy desconsiderada porque parece que no le llegó el vestuario (Y algunos equipitos). Pero si sale en bolas, dijo muy acertadamente la señora que hacía cola delante de mí en Falabella, mientras yo compraba los monitores para la oficina porque era día de descuento, y apurada los compraba porque era día de recital. Lloró, dijo, cuándo se enteró de la demora del vuelo. (Madonna, no la señora de la cola). Tranquila nena, quedarse en el país unos días más no es tan tremendo. Al menos no lo es la mayoría de las veces.


Ahora estoy reprogramando la agenda. Facilísimo en diciembre, eh. Parece que nos canta el viernes. Lo bueno es que los viernes estoy tan cansada que todo me chupa un huevo.

Mirá Madonna, bastante mal te portaste. Igual, por si le querés decir a Guy, y a pesar de que en la tapa de Gente tenés bigotes (gracias Lula), como corolario de todo esto te reitero que si algún día, por una de esa casualidades, me gustan las mujeres, yo te juro que de la primera que me enamoro es de vos.

Eso si, a la puerta del Hotel no voy. Y del guante de encaje ni hablar.

martes, 25 de noviembre de 2008

M de Madre de Dos...

Tener un hijo te cambia la vida, te modifica los esquemas (Además del cuerpo, claro). Esto no es ninguna novedad. Se han escrito infinidad de líneas al respecto. Con humor y con temor. Con liviandad y con demasiada seriedad. Hay textos para todos los gustos.

Se ha escrito mucho menos sin embargo sobre tener dos hijos, un segundo hijo. Muchos dirán que con el primero está todo dicho, que sólo se repite la experiencia. Yo sostengo otra teoría: Hay mucho menos porque las madres de dos no tienen tiempo ni para escribir la lista del super, mucho menos textos inútiles como este.

Ahora, que justamente están las dos dormidas, pasaré a enumerar unas sutiles diferencias que noto entre la primera y la segunda, así, sólo a simple vista.

Para la primera hicimos ecografía común y ecografía 3D. Le mentimos al médico para que nos haga ecografías de más. Salía a todos lados con el VHS en la cartera, por si tenían que hacerme una ecografía de apuro (??) y no quedaba registrada.

La ecografía más esperada de la segunda fue la que nos confirmó que era un feto “único”. Y no recuerdo si hicimos muchas más. Y no tengo a donde fijarme porque de VHS ni hablar.

A la primera le sacamos fotos hasta cuando la internaron porque se le hinchó la cara como un globo. Es como Gran Hermano pero estático (Bueno, es como Gran Hermano). Hasta del ombligo podrido tenemos fotos. Y además por mucho tiempo tuvimos el ombligo podrido, pero eso es para otra sesión. Si bien ya teníamos cámara digital yo mandaba a imprimir de a 100.

De la segunda hemos sacado mucho también. Pero menos. Y la única impresa es una en papel común en la oficina, que encima me quedó chica en el portarretratos. De todos modos este tema no me preocupa, si bien se llevan seis años parecen clonadas, y seguramente con el tiempo hasta yo me iré olvidando y podré asegurarle cándidamente a la segunda que por lo menos en la mitad de los álbumes la que está es ella.

A la primera la bañábamos todos los días. Un pompón era la nena de tanto jabón. Tenía patito de goma y un osito que largaba agua por la boca. Es que precisábamos mantenerla entretenida para sacarle fotos. A la segunda algunos días la hemos bañado. Básicamente cuando fue inevitable. En esas raras ocasiones juega con un tupper (limpio eh). Lo bueno es que cuando no la baño recuerdo qué le di de comer porque le veo el pegote del pelo y ya.

No es una cuestión de amor. Es una cuestión de recursos y de derecho de piso. Hablando de piso, hoy la pequeña estaba comiendo un pedazo de manzana, de ayer, que encontró en el piso, pero mal no le va a hacer, no?. La mayor comía menú especial, super variado, super nutricional. Y ahora es una gourmet, le gustan los langostinos y el "pescado rosa" (Salmón, $45 el kilo). La menor... bueno, la menor come manzana, recuerdan?

Cada una tiene su pieza. Pero a la menor le encanta ir a la pieza de la mayor. Ocurre que en la pieza de la mayor hay un casa de muñecas que me llega a mi a los hombros. Aproximadamente 15 barbies, 30 cajas de juegos, infinidad de marcadores, multitudes de maquillajes, un arcón lleno de disfraces. Y en la pieza de la menor está el mueble de planchado. Y bueno, es que llegó antes que ella. El mueble digo.

Y para ir terminando, eso de que por dos es más barato es una de las mentiras más grandes que escuché en mi vida. Está rankeada justo arriba de esa otra barrabasada que dice que el segundo parto te duele menos.

El amor es el mismo decía, la edad (la mía) no. Y si después viene algún reclamo de la chiquita simplemente le diré que estaba todo calculado para que ella sea fuerte y aprenda a pelear por sus cosas.

Y para los reclamos que, de todos modos, me hará la primera... ay, no se... lo tendría que haber pensado antes, ahora no tengo tiempo. Soy (entra otras cosas) madre de dos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

M de Maldición!



Apenas en unos meses cumplo 35 años. Me han vaticinado todo tipo de depresiones y crisis, conflictos e inquisiciones filosóficas.
Para ser honesta, yo vengo surfeando sobre la edad sin problemas.

Básicamente me importa un cuerno. Si, me molestan un poco las canas, me incomoda algo salir y que me lleve una semana recuperarme, y algunas otras nimiedades. Pero de verdad que nada de esto me quita el sueño. (El sueño me lo quitan la bebe de un año y los dos gatos molestos, así que no hay lugar para algo más)
.

Además, la boludez no tiene edad. Y como uno se lleva puesto en el transcurrir de los días, no creo que el último día de los 34 estés esplendido y el primero de los 35 estés para el descarte.

Por otro lado, de un tiempo a esta parte (Alguna vez voy a escribir sobre el significado personal de “de un tiempo a esta parte”, pero se resume en un tumor que estaba y ya no) yo festejo todo. Porque me gustan las fiestas, porque me gusta mi familia, porque me gustan mis amigos y porque elijo pasarla bien. Así que yo espero mi cumpleaños y lo festejo. Siempre.


Hace apenas unos días, en la mitad del quilombo de fin de año (O me sobran eventos o me faltan días de acá al 31 de diciembre) me percaté de la proximidad de mi cumpleaños y hasta me gustó el número que se avecina, porque pareciera que merece un festejo mejor. O al menos me pareció una buena excusa.


Mientras ya tenía casi todo organizado en mi cabeza (La chopera, la banda, el boliche, el menú, los invitados, la invitación y los zapatos que me iba a poner) me di cuenta, otra vez, de que todo no se puede. Porque tenemos ganas de vacacionar en Brasil, y somos un paquete de cuatro, porque el colegio de las nenas aumentó, porque todo aumentó y todo no se puede. Mierda.


Y entonces si, casi me agarran una depresión, muchos conflictos y varias inquisiciones filosóficas. En ese orden.

Lo más triste es que yo no pensaba tener crisis de los 35. Y parece que ya me inventé una. Maldición.

sábado, 15 de noviembre de 2008

M de Me tienen los huevos al plato.


Que el tiempo pasa no es ninguna novedad. Si te pasa por encima o no es más o menos la cuestión.

En líneas generales (Porque si vamos a entrar en detalles primero tengo que buscar contención profesional) puedo listar cierta caída de ciertas partes, cierta madurez en la toma de decisiones, cierta capacidad en crecimiento para el disfrute y mucha más paz (Que Dios sabrá si está relacionada con la sabiduría o con la resignación, pero eso lo vamos a dejar para la tercera edad cuando tengamos mucho más tiempo para afrontar semejante disyuntiva).

Mientras, a esta altura del campeonato, puedo decir, sin ningún empacho, que hay una gran serie de cosas que están mal. Por ejemplo, las sandalias con medias. Aunque no tengan puntera. De hecho, las medias sin puntera son una aberración. O tenés las patas al aire o no. Y para mi es así y punto.

Hay otro gran grupo de cosas que se, sin temor a equivocarme, que están bien. Y acá puedo incluso ponerme un poco pelotuda: Está bien postergarte aunque sea un poco por tus hijos, está bien pelearte con quien debas hacerlo, está bien amar a tu pareja hasta que duela, está bien ser incondicional para tus amigos. Está muy bien ser honesta. Sobre todo con vos misma.

Y el problema está con aquellas cosas que, tantos años y cuestiones vividas después, aún no sabés de que lado están. Cuando se te presenta alguna, así, en la cara de repente, en ese momento evaluás en entorno, el contexto, la situación, y le ponés le cuerpo y ya. Pero en frío levantas la ceja como Mirta, te pones el dedito en la boca y no sabés bien que partido tomar.

A mi me desvela, desde ya hace unos días, un tema en particular. Estoy rodeada de mucha gente. Por mi trabajo, mis actividades y mi forma de ser estoy recontra rodeada. Y me di cuenta (Y mientras me daba cuenta me horroricé) de que no soy capaz de distinguir, frente a alguien que me pone los huevos al plato, si está para medicar o para cagar a trompadas. Y no es un tema menor.

Esto que parece una gansada no me deja dormir. Ocurre que por mi naturaleza combativa y mi compulsión a no filtrar (me) soy peligrosísima.

Llegado a este punto, apoyada como decía al principio, en lo vivido, los años, la maternidad y la madurez, mientras escribía tomé una decisión.

A partir de este momento a toda esa gente que me tiene los huevos al plato y que no se si está para medicar o para cagarla a trompadas, en una primera instancia, y por las dudas, la voy a cagar a trompadas.

Total, para medicar siempre hay tiempo.

Puff...

(Nota: Y gracias a vos que 16 años después me diste un título estupendo que no puede dejar pasar)

lunes, 3 de noviembre de 2008

M de Me están cargando.


Vivimos en la Argentina. Entonces, en este bendito país nadie la abre la puerta a una persona encapuchada. Y nadie permite que sus hijos anden tocando timbres de casas desconocidas detrás de las cuáles puede haber asesinos seriales, vendedores de efedrina, participantes de Bailando por un sueño y tantas otras cosas.

Y sin embargo, desde hace diez días en los negocios hay calabazas por todos lados. Y en mi imaginario, una calabaza puede relacionarse con el puré de los bebes, la dieta, la comida de hospital (Que es casi como la dieta pero sin nada de sal) y con algo de esfuerzo, con alguna película de terror gringa.


Y por si fuera poco, fantasmas, calaveras, calabazas y brujas se mezclan en las vidrieras con árboles de navidad, pesebres y renos dorados. Una depresión... Primero porque ya estamos en Noviembre, y a esta altura del año un mes pasa en un respiro. Y segundo porque tengo tanto que hacer de acá a diciembre que quedo extenuada de sólo pensarlo. Esta Navidad tempana me exaspera. Y esta decoración ciclotímica esquizoide me pone ídem.

Intenté entonces abstráeme de está fiesta a la que no pertenezco y que no me interesa. Y bastante bien venía, porque como hago 800 millones de cosas por día hay cosas que puedo elegir dejar de lado. También hay cosas que me dejan de lado a mi y cosas que olvido. Incluso cosas que olvido dejar de lado, pero para qué vamos a adentrarnos en detalles.

Bastante bien venía entonces hasta que la invitaron a mi hija a una fiesta de Halloween. Y durante toda la semana me avisó que se quería disfrazar de fantasma. Bastante fácil me la puso, pero ni cinco de bola le di. Y eso que ella tiene una capacidad particular para la insistencia y la perseverancia… Por ejemplo, cuando estaba embarazada de la segunda leímos en voz alta que los bebes en la panza disfrutaban de los sonidos metódicos y sistémicos, como el retumbe de un tambor. Empezó entonces a seguirme con un tambor que el tío le trajo del Norte por toda la casa. Hasta que se dio cuanta de que peligraba mi sanidad mental. Y su integridad física.

Llegó el viernes entonces, y yo consecuente con eso que me dijo alguna vez un profesor de que hay que nombrar para que sea, yendo por el opuesto como siempre, evité Halloween, el festejo de mi hija y por supuesto el disfraz de fantasma con la esperanza de que desaparezca. Error. Empezó la nena a decirme: “Necesitamos una sábana blanca, pero blanca”. Y yo a revolver. Y mientras buscaba pensaba, y no hacía falta que pensara, porque ya sabía, que en mi casa no hay ninguna sábana blanca. Y cada vez que yo tocaba una sábana (Hueso, gris, de leopardo, con muñequitos, celeste, a cuadritos, etc) la nena, sin mirar, decía: Blanca, blanca. Estaba yo dispuesta a hacerle dos agujeros para los ojos a una sábana de hilo egipcio. Pero tampoco tenía eso. Y si, tengo guardado mi vestido de novia, que por la cantidad de tela hubiera servido para que se disfrazara todo el curso. Eso si no fuera que es de cuero. Y gris.

Mire entonces el arcon de los disfraces de la criatura. Y por primera vez recordé con cariño el vestido, espantoso, blanquísimo, pero sucio, que le regalaron, y que por supuesto no le compré yo, de Barbie novia.
Desesperada, al ritmo del cántico enfermo de mi primogénita de: blanco, blanco, fantasma blanco, blanco, empecé a sacar los 800 millones de disfraces que tiene hasta que di con el vestido. Hecho pelota. Descocido. Muy sucio. Y entonces vi que tenía la solución: “Te vas a disfrazar de una de tus películas favoritas: El cadáver de la novia!”. Se le iluminaron los ojos… Y gracias a Dios, a todos los Santos, al gusto particular de mi niña por el cine, y por supuesto, gracias a Tim Burton, teníamos el tema solucionado.

Claro que el disfraz era talle 4 y la nena, que claramente sale a mi marido porque yo soy un corcho, tiene seis años y talle 12. Pero la semilla ya estaba. Usamos el tul del disfraz, buscamos prendas blancas arrugadas y sucias, guantes, un collar, maquillaje. Una hermosura.


Volvió de su fiesta muy contenta. Con la ropa más sucia si eso es posible. Sólo comentó que una nena le había dicho que así vestida no asustaba a nadie. La misma nena cuya madre hoy, a la salida del colegio, nos grito, ahí va el cadáver de la novia, mi hija no paró de hablar de tu hija, que buena idea!


Y bueno. Según parece, por mi culpa en algún momento irá al psicólogo, pero no por esto. Por lo pronto, voy a agendar dos cosas. Irme de vacaciones para esta fecha el año que viene, y por las dudas, poner en la lista del súper comprar un juego de sabanas blancas.


Halloween porteño… como si no tuviéramos bastantes cuentos de terror autóctonos… me están cargando…

(pero nadie puede decir que yo no tenga la capacidad de reírme de ello).

martes, 28 de octubre de 2008

M de Mañanero.


Si bien no soy precisamente un solcito tengo ciertas bondades, como todos, que hacen que la convivencia conmigo sea, por lo menos, llevadera.

Voy por la vida con un humor ácido constante, hablo a los gritos, hasta por los codos y hasta con las piedras. Me río fuerte, soy buena compañera para las penas y para la diversión, tengo una charla amplia y razonablemente interesante, soy un tanto escandalosa, brutalmente honesta, considerablemente juguetona y extremadamente útil para resolver crisis y conflictos (más ajenos que propio, obvio). En fin, un paquete un tanto llamativo pero divertido y hasta cariñoso.

Ahora, el racimo de virtudes desaparece a la mañana. Cuando me despierto odio al mundo y el mundo me odia. Profundamente en ambos casos.

Mi humor mañanero es deleznable, como si el mal aliento matinal de todos los mortales hubiera hecho metástasis en todo mi organismo. Tengo que admitir que de todos modos, una vez que arranco ya está. Es que no es que me guste dormir exactamente. Pero no me gusta acostarme, me acuesto tarde, muy tarde, y sobre todo no me gusta levantarme. Nunca me gustó.

De pequeña jugaba incluso a ver las letras cuando mi mamá ya me había apagado la luz. Divino el astigmatismo actual, pero bueno, quién puede asegurar que sea por eso… De más grande el colegio fue una tortura. Recuerdo haberme puesto el uniforme adentro de la cama (Se ve que a mi madre ya no le quedaban fuerzas para seguir educándome a esas alturas, o a esas horas…). Tan temprano entraba al colegio, teníamos “pre hora”. Pedazo de brutos literales, así le había puesto. Que poco marketing. Por lo pronto era “pre” a mi tiempo de despertarme. Eso ocurría entrada la mañana, incluso a veces hasta me peinaba para festejar el acontecimiento.


Luego la Facultad. En San Telmo. Una hora y media para ir, una hora y media para volver. Si no hubiera sido porque no me alcanzaban las horas de año para estudiar podría haber escrito un libro. O varios. “Mi vida en el 130”, “Nacer, crecer y morir en el 130”, “La fauna del 130”. Y varios más. Sabía quien se bajaba, quien se subía, quien se había comprado zapatos nuevos o se había depilado las cejas. En el 130 me pintaba las uñas, estudiaba, escribía, desayunaba, y claro dormía.

Luego la vida en general y justo cuando la cosa se había acomodado y mi empresita ya estaba lista como para poder empezar el día sin mí, ahí nomas agarro y tengo hijos. Porque nadie me puede acusar de poco osada. Un poco masoquista, pero cobarde no. Y entonces, arrancamos el colegio. Actualmente nos levantamos a las 6.30. Hasta el gato se levanta a esa hora. Y si nos quedamos dormidos nos rasca histéricamente la puerta (Como si yo necesitara un motivo más para detestar el inicio del día).

Los despertadores me resultan inhumanos, así que nos despierta la radio. Una vez mi marido sin querer movió el dial y se me mezclo en el entresueño la voz de Laje. Día perdido. Imposible de remontar.


Ahora que lo pienso, tengo que sumar a la historia que justo cuando yo ya había decidido que si mi pareja me amaba me tenía que soportar así y se acabó, y que ya iba yo a ceder otras cosas, pero eso no, ahí llega la venganza de los dioses, y nos nace una criatura que se despierta cantando. Es que a uno le dicen que por los hijos se dejan de lado ciertas cosas, que uno se sacrifica, que se relega. Si, si, todo muy bonito, yo no tengo drama, un riñón les doy si es necesario, pero nadie me avisó sobre el innegable hecho de que tenía que superar el mal humor matutino.

Así que acá estamos, levantándonos tan temprano que no lo puedo ni repetir. Mi marido se levanta y así, en bolas y dormido, lo primero que hace es prender la cafetera. Es que el tipo es sabio, y a fuerza de un café negro grande y express que me sirve todas las mañana me mantiene al menos neutralizada. Y sobrevivimos como en los grupos de autoayuda: “Una mañana a la vez”.

Y para los que están acá por el título, y antes de que me acusen de hacer proselitismo engañoso para difundir mi post, no tengo empacho en decir que para ESE tipo de mañanero no tengo problema alguno. Nunca.

Es lógico, porque además de otros muchos beneficios que no negaré, después de todo se trata de quedarse un rato más en la cama.

miércoles, 22 de octubre de 2008

M de me fui igual.


Hace un año y medio yo estaba embarazada y conflictuada. Actualmente embarazada no estoy. Lo otro lo dejamos ahí. A continuación, unas líneas de esa época, y una humilde prueba de que lo mio no es de ahora.

Pobre hija. Me olvidé de la reunión de padres. Es que me mudé en diciembre, me embarace ese mismo mes y recién ahora se fueron las nauseas. Ya casi me siento una persona. Capaz hasta puedo terminar de desembalar.

El fin de semana la niña se engripó, el lunes no fue al jardín. Y yo ya estoy como mi abuela M, la que tiene alzheimer, si me sacan de la rutina me pierdo. Y el martes no fui a la reunión. Mi marido también se olvidó (para empezar hace dos meses que hasta cocina, entre tantas otras cosas).


Cuando la nena volvió lo primero que noté es que la había mandando sin mantel. Me vio la cara de culpa, pobre hija, y me dijo: Pero comí arriba de la servilleta mamá, todo bien. Y se fue a paso de Polka (Es lo que está practicando en danzas) a terminar de ver "El Cadáver de la novia" (Son mis genes, la nena tiene humor negro declarado).


Luego saqué de la mochila el informe y me inundó la realidad. Me había olvidadoooooo. Le mande un sms al padre, como para no sentirme mal yo sola (En las buenas y en las malas dijo el cura). Luego leí el informe esperando encontrar algo que me hiciera pensar que la criatura se lo merecía, pero no. Un lujo, como siempre.

Después abrí el cuadernito y me enteré de que la nena baila en el acto del 25 el Carnavalito. Y ahí nomás empieza otro tema: Mi esposo viaja seguido por laburo. La empresa, por primera vez me paga un viaje a mí (al caribe) y ahí voy, una semanita. La primera vez que la dejamos a nuestra hija de 5 años una semana. Adivinen cual. SI! la del 30, la del acto, Pregunto yo, en que cabeza cabe festejar el 25 de Mayo el 30?? Eh??. Otra vez la culpa (Sospecho que en las doradas playas de Puerto Rico se me van a ir).

Me quedé mirando el cuaderno y hasta se me fue la alegría por haber conseguido la VISA para viajar (Puerto Rico es un estado asociado a EE.UU). Decía se me fue la alegría, y eso que fueron varias horas para demostrar que no era una inmigrante ilegal. Que cosa che.

Mientras sostenía el cuaderno como si fuera una sentencia de muerte volvió mi hija y me dijo, mientras se iba (otra vez a paso de Polka) a su cuarto: La panza está enorme! cuando nazca se lo llevamos a E. (E es la abuela, no sabemos si se lo quiere regalar o si sencillamente no nos ve preparados para mantener vivo al hermanito).

Bueno, en lo que a mi respecta, coordinaré con la seño para ir a verla en la semana. Y arreglare con las abuelas y los tíos para que esa semana la nena tenga una especie de comité de contención durante el acto.

Mientras, me voy a retomar el curso de manejo que dejé cuando apenas lo había empezado, ahí, cuando los vómitos me impedían ver si iba de mano o no. De todos modos... nos robaron el auto.... pero eso, estoy segura, eso es tema para otro post…

lunes, 20 de octubre de 2008

M de Madre yo.

Un día después del día de la madre, con la resaca alimenticia y el jet lag del cambio de horario (A quién se le ocurrió que un buen regalo para el día de la madre era una hora menos de sueño, ta que los parió), pensaba en cómo había llegado yo a este lugar. Al del día de la madre digo.

Mi marido se había ido a un recital de Living Colour y yo me hice un evatest. Dos rayitas, y ahí nomás me recibí de Madre.
Luego un embarazo tipo lavarropas (porque hay gente que se embaraza toda, como yo), un parto más bien complicado y un bebe. Y arreglate.

Seis años después me olvidé de todo y reincidí. Pero ya era madre, la segunda bebe vino al mundo con una madre experimentada. O usada, que no es lo mismo.


Me recibí de madre decía, que nada tiene que ver con el despertar del instinto maternal. Creo yo, y si tengo que apostar me juego al todo o nada, que yo no tengo tal cosa.
Digo, estoy dispuesta a dar la vida por mis dos hijas (por separado o en conjunto, como quieran. Mejor en conjunto porque vida tengo una sola y no quiero hacer diferencias). El problema es en el día a día. Ahí es en donde sospecho que estas dos nenas van a tener problemas serios.

A mi el amamantamiento me parece casi una tortura, soy incapaz de hablarle a mis hijas con media lengua, mis embarazos fueron una letanía insoportable, les hago burla cuando hacen caprichos, les exijo en todo como su tuvieran 34 años, las dejo libres en un sentido y las ahogo en otro. Soy estricta y divertida, casi ciclotimica. Hay días en los que me iría peregrinando a Tailandia. Sola.


Sentencio máximas del estilo de “Lo que no se comparte se tira por la ventana” y rubrico sentencias del estilo de “Aunque no estés de acuerdo haces caso primero y después lo discutimos”. Hay momento en los que mis hijas me miran, lo juro, como si estuvieran dudando de mi cordura.


Soy de las que declaman en las reuniones de padres. Soy de las que no tienen problemas en calzar tacos rojos y escote profundo si se me antoja. Soy de las que odian la voz impostada de Cantando con Adriana y detestan a la barbie. Soy de esas madres imposibles para una hija adolescente. Estas chicas no saben lo que les espera.


A pesar de todo pero sobre todo a pesar de mi, pareciera que no venimos haciendo las cosas tan mal. Las nenas son elogiadas por todos nuestros amigos. Son educadas, buena onda, ubicadas, simpáticas y la mayor hasta cultiva, desde pequeña, una cierta ironía que me hace hinchar de orgullo (Para los que piensan que todo lo que tengo adentro es comida, tomá). Debo confesar, sin embargo, que nacieron así. No registro ningún mérito personal es esto. Capaz es instinto de supervivencia, el de ellas digo. Y además está el padre, que es casi un lujo en casi todos los sentidos.


Esto no es falsa modestia. No será peor para ellas que para otros hijos con otro tipo de madres. Pero seguro será distinto. A cambio les ofrezco a ellas la pasión que pongo en todo, incluso en ellas pobrecitas, una fuerza que puede mover un mundo si lo necesitan, un optimismo a prueba de balas y la seguridad de que serán lo que deseen, y que no importa si se caen, van a poder levantarse. Y sino, las voy a levantar yo a fuerza de patadas en el culo y de abrazos.


Mientras, puedo dejar lo que estoy haciendo para ponerme a bailar con ellas, les leo desde que nacieron, organizamos visitas multitudinarias de amiguitas, escribo las obras de teatro que se representan en el colegio, las puedo llevar a recitales y a muestras de arte, y podemos ir disfrazadas al supermercado.


Aclaro, lo mío no es falta de ejemplos. Mi mamá es la mejor mamá del mundo. Ella siempre me dice: “Te deseo con tus hijas la mitad de lo que vos fuiste para nosotros”. Y no son buenos deseos, hace clara referencia a mi capacidad para hablar sin parar durante años y a mi tremenda rebeldía adolescente. Y nunca se lo dije, pero yo varias veces he pensado: “Le deseo a mis hijas la mitad de madre de lo que vos fuiste para mi”. Y eso si, lo juro, son buenos deseos.

domingo, 19 de octubre de 2008

M de Muchas razones para NO ser MADRE.


Se me ocurren millones de razones para no tener hijos. Rápidamente enumeraré las 5 que primero se me vienen a la cabeza, esperando que con eso sea suficiente para que Usted tome conciencia. No pretendo convencerla, pero si me parece justo advertirle.

1. El EMBARAZO es un engorro. Usted se va a sentir mal. Pero mal mal. Tendrá forma de lavarropas redondo, los antiguos. Tendrá sueño y hambre, no se podrá dormir y vomitará. Las nauseas regirán su vida y los nueves meses le parecerán nueves años. Le podría hablar de las estrías que quedan de recuerdo, pero me da no se qué. Hay gente que la pasa bomba, brilla como el sol y sólo parece que se hubiera tragado un melón. Pero a mi no me pasó, así que yo simplemente las odio.


2. El PARTO tampoco es una fiesta. Duele como el peor dolor de ovarios mezclado con el peor ataque al hígado. Si te toca episiotomía puede ser incluso que te prometas a vos misma optar por el celibato de ahí en adelante. Luego te dan al bebe y ahí nomás te ataca una especie de amnesia selectiva. Esto debe ser un fenómeno geográfico, en China seguro que no pasa y por esto tienen sólo un hijo por pareja. Nadie en sus cabales volvería a pasar por esta experiencia voluntariamente.

3. Tu AGENDA es otro tema. Del evatest en adelante tu cronograma diario cambia drásticamente. Básicamente deja de ser tu agenda para pasar a ser la agenda de retoño. Tus actividades, tu vida independiente y libre queda relegada, olvidada, mustia. Al principio tu rutina está armada en torno a las visitas al Pediatra, las vacunas y la compra de pañales (sin olvidar la lactancia, que es una especie de cepo pero en las tetas). Y ahí, ahí nomás, cuando los controles con el médico se empiezan a espaciar, de repente la criatura empieza a tener agenda propia: Jardín, cumpleaños, danza, natación, cocina, dibujo, jockey… y podría seguir así páginas y páginas.

4. No importa cuánto hayas estudiado. No importa cuánto títulos tengas. No interesa si sos la CEO de una empresa, puesto que lograste teniendo que agarrar de las pelotas a varios tipos. Ya no es relevante la cantidad de idiomas que hablás o los libros que tengas publicados. Mucho menos los que hayas leído. De ahora en más tu vida es la misma desde adentro y para afuera. Para afuera sos MAMI. La enfermera te dice mami, el colectivero te dice mami, el pediatra te dice mami, la maestra te dice mami, el diarero te dice mami. Y vos sos una mami, pero seguro no de esta manga de gansos que te destrozan la identidad. Y para adentro, creéme, te va a ocurrir que un día, con el antecedente de que en la Facultad se dio una clase abierta sobre tu final de semiología, te vas a encontrar diciendo, mientras fruncís el seño y se te humedecen los ojos “La bebe no me hace caca”.

5. Y tal vez la razón más importa es lo DEFINITIVO de la cuestión. Vos podés dejar de ser empleada, podés dejar de ser gorda, podés dejar de ser atleta, podés dejar de ser rubia, podés abandonar tu puesto en consocio del edicifio e incluso podés abdicar del puesto de esposa. Pero si sos madre ya está. Sos para siempre, en cualquier circunstancia. Y las noches y los años se te pasan en torno a esa realidad. Te encontrás haciendo cuentas para estimar cuando se irán a vivir solas las nenas, pero sabés que incluso ahí vas a seguir siendo madre. Las 24 horas. Los 7 días de la semana.

Hasta aquí algunas razones de gran peso para evitar la maternidad. Ahora, si como yo, a pesar de esto seguís pensado que la maternidad es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida, resignate, es porque ya sos madre. Aunque no tengas hijos.


Entonces para las que nos parieron, para Ustedes y para mi…


FELIZ DÍA. Y MI MÁS SINCERA ADMIRACIÓN.

M de Mi mamá me ama. Mi mamá me mima. Yo amo a mi mamá.


SECCIÓN: Mujeres (Y/o) madres (Y/o) argentinas INVITADAS.

7hs., día 1º de febrero del año del Señor de 1974. E-se despierta con las primeras contracciones (de su vida ¿se entiende?) tiene 24 años, G 30 (papá del bebé) él no tiene contracciones, pero sufre no de caprex (léase cagazo pré examen) sino de caprep (cagazo pre parto). E le dice: G me parece que va a nacer, me duele… (no sabíamos el sexo) G corre al baño, comienza a afeitarse (léase me rajo de la escena) y E corre a la cocina para tomar y comer algo (digamos el hambre nunca se pierde ¡epa!).

E corre al baño entre dolor y dolor e intenta ducharse, lo hace a medias mientras G sale del baño (previo olvido de enjuagarse la cara, con la crema de afeitar decorándole el rostro) para agarrar el bolso y por fin a la Cínica (Olivos Porsu).
Llegamos tipo 8hs. y mis contracciones osea las de E estaban firmes en c/5’ G avisó a la Empresa que no podía ir por razones obvias y a la partera que fue la que me hizo hacer los ejercicios pre-parto (merece capítulo aparte).

Me internaron en una sala para que esperemos el devenir de los hechos (hechos de hacer, de hacer boludeces porque del curso pre-parto ni nos acordábamos).
Mientras yo gritaba en cada contracción puteaba y juraba que nunca mas iba a tener un bebé, mi marido sufría a mi lado mientras recordaba que no había desayunado.

A pesar de que transcurría febrero (o empezaba mejor dicho) G tenía puesta una camisa de plancha con costura francesa. Esto lo traigo a colación porque tipo 11hs. (yo ya en estado de desesperación) le arranque la manga izquierda limpita, y mi esposo, al fin, quedo mas fresco.

Luego los médicos decidieron llevarme a la sala de partos porque se estaban sublevando todas las parturientas a causa de mis gritos.

G en estado desesperado, con un aspecto medio extraño, tuvo que recibir suegros y madre en el pasillo de la clínica. Para esto, dentro del quirófano, tipo 13:15hs. E ya había parido una beba que pesaba 3,300, lloraba con una voz estentórea y reclamaba algo que comer.

Afuera la familia vivía un drama importante. En el frente de la sala de partos había 2 bombitas, una celeste y una rosa, a las 14hs. Aún no se había encendido ninguna, y mi mamá desaforada gritaba ¡Están muertas mi hija y el bebe! Y mi suegra la consolaba diciendo: L no exageres!.

Así comenzó la historia de B y la nuestra con ella.

AUTORA: E, mi mamá.

lunes, 13 de octubre de 2008

M de Mamama.


Mamama está a punto de cumplir 90 años. Es mi abuela.
Las mujeres de mi familia son todas fuertes, de armas tomar. Y los hombres también, pero porque no les quedó otra. Digo, si tenían intención de meter algún bocadillo de vez en cuando más le valía hacerse valer. Además, el tipo de mujeres de mi familia, en las que mi incluyo, no soportarían tener a un ganso al lado. Así que lo hombres son más callados pero bravos.

Mi abuelo Santiago, un tipo altísimo de ojos claros que cantaba tangos y que, luego de dejarlo, fumaba un cigarrillo por año, cada 31 de diciembre, murió joven hace ya muchos años. Se murió dormido, al lado de Mamama. La encontraron arrodillada al lado de la cama, abrazada a su marido muerto. Después pasó una semana en casa, y al séptimo día regresó sola a su hogar.

El abuelo se murió, pero Mamama, en contraposición, está vivísima. Nunca tomó ni fumó, siempre fue muy medida en lo que comió, se mantuvo activa y sana. Unas gambas que aún no se pueden creer y el culo más parado que el mío. Hasta pocas arrugas tiene. Le duele la rodilla. Y renguea un poco, pero nada más. Ah, y tiene un marcapasos, pero eso, lejos de ser un problema, la va a mantener viva durante siglos.

Desde que enviudó tuvo muchos pretendientes, pero como dice mi madre, la “Señorita Alegría” se encargó de ahuyentarlos a todos. Está bárbara Mamama. Lástima el Alzheimer.

Enfermedad cruel que te convierte los días, sobre todo para los que no la sufren, en una especie de paso de comedia (pero de humor negro).

Con esa impunidad que tienen los viejos Mamama ha declarado, sin ningún pudor, que no sabía qué iba a hacer cuando se le muriera Alfredo. Podría sonar preocupante si uno no supiera que Alfredo es el remisero que la lleva y la trae. Y que tiene 40 años menos que ella. Hubiera pagado yo por verle la cara a Alfredo ante semejante lamento.

Te mira Mamama, que aunque hay días que no se quieren bañar siempre está pituca, y te pregunta seriamente si vos tenés llaves o si estamos seguros de que ella siempre uso llaves para entrar a su casa. Frente a este tipo de declaraciones mi madre la mira, nos mira y nos augura tranquilidad, asegurándonos que ella de ningún modo va a vivir tanto. Mamama a diario predice su muerte inmediata. Y exige que le prestemos atención en consecuencia. Con esto último ya llevamos comos quince años, y para ser honestos, no podemos asegurar que se deba a la enfermedad.

La vida es una caja de sorpresas con Mamama. Llamó, por suerte no a la madrugada como acostumbra, y dijó que acababa de vender la casa, que “había firmado”. Mientras mi madre, tana, intentaba auto frenarse un paro cardiorrespiratorio, y le gritaba al teléfono, mi padre le sugería, calmo, que le preguntara si había cobrado, porque como la casa no estaba a nombre de ella, quien sabía, capaz Mamama había hecho el negocio de su vida y nos salvábamos todos.

Y en la última reunión familiar no dejaba Mamama de mirar a mi hija menor y de decir “que lindo el nene”, mientras mi mamá le vociferaba “Es nena”, y ella respondía que si, que claro, y que de pasó le dijera de quién es el nene porque no lo tenía presente. Y cuando te despedís te mira haciéndose la superada y te pide que por favor le mandes saludos a alguien, que por lo general, sos vos mismo.

Mamama habla a menudo con los que ya se murieron, y es lógico, porque está más cerca de ellos que de nosotros. Recuerda como vestía cuando tomó la comunión, pero no logra recordar qué cenó anoche, o el nombre de mi tio, su hijo, al que llama, para simplificar, “ese muchacho”. Mamama se queja porque como le administran el dinero dice que no tiene ni para hacer cantar a un ciego, y otros días está que parece un un sol. Mamama es como una nena. Mi mamá está histérica y nosotras, las tres nietas, miramos el show con alguna participación especial, cuando se nos permite.

Está a punto de cumplir 90 años Mamama y se lo vamos a festejar. La fiesta será para la que fue y para la que es ahora. Procuraremos que venga alguna de las dos, no importa cuál. Y que más a o menos sepa a qué vino. Estamos preparados para que pregunte ochocientas millones de veces quién cumple años, para que niegue de cuajo que ella cumpla 90 años (Nunca se sintió vieja y nunca aceptó la vejez) y para que se quiera ir a su casa cada 15 minutos.

Lo que nos tiene realmente preocupados es que hace más o menos una semana le declaró a mi mamá que esto no daba para más, y que había que tomar una decisión: O se moría o vivía para siempre.

Y siendo una mujer que hace 60 años se casó a los 29 (una vieja solterona), que cultísima como era no terminó ni la primaria y que trabajó cuando estaba muy mal visto que una mujer trabajara, decía, siendo una mujer con todas estas características, a pesar del alzhemier suponemos, incluso contra natura, que la decisión final realmente está en sus manos.

Feliz cumple Mamama, y que se haga tu voluntad.

lunes, 6 de octubre de 2008

M de Musicalmente hablando.


El viernes me alcanzó forrando un cuaderno para mi hija mayor. Habilidades tengo, manuales ninguna. La señorita Laura debe pensar que el cuaderno lo forró la nena de 6 años. Y que lo hizo bastante mal para su edad. En fin, a dos horas de haber comenzado el viernes me fui a dormir.

Apenas 4 horas y media después me levanté y me bañe. Me tome la taza que gracias a Dios me prepara mi marido todas las mañana de café negro expreso, amargo. Me vestí de persona. Mientras me vestía levanté a la mayor, desayunó, se bañó mi marido, despertamos a la menor, rezamos para que estuviera de buen humor y partimos. Hormigas marchando hacia las tareas diarias.


Nos subimos al auto y noté que en mi cartera, un depósito que mezcla tecnología y pañales, no estaba el maquillaje. Los viernes no voy a la oficina, voy a la Facultad. Mi socia me anotó en un posgrado. Lo pagó y luego me avisó. Básicamente lo que hizo fue ponerme una patada en el culo y depositarme en un aula, como para ver si después de mi segundo parto puedo volver a poner en funcionamiento alguna neurona. Tan optimista ella siempre. Y tan práctica.


La mayor al colegio, la menor a lo de mi suegra, yo a buscar el maquillaje (realmente no podía presentarme socialmente con esa cara de viernes). Tren, colectivo. Una barrita de cereal, el pasquín El Argentino y un libro de Tom Sharpe. De paso, iba yo en el 130 a las casi 9 de la mañana leyendo, cuando veo al lado mío, parado, a un joven universitario de pelo largo con los ojos como dos huevos duros leyendo mi libro. Claro, yo me estaba riendo del humor inglés Sharpe, que hablaba llanamente del sexo anal, con la crudeza propia del sarcasmo. Pobre pibe, demasiada estimulación para esas horas. Y difícil de contextualizar si no leíste el libro. Dura le debe haber resultado la mañana.


Luego, ya no hay tanto que decir: Clase, luego almuerzo, luego taller de posgrado, luego colectivo y tren. En el medio, llamados a la oficina, a mi marido, a mi suegra, a mi madre, a mi marido y a la oficina otra vez. Después mi casa, las nenas, cambiarlas, la comida. Y al final, ya casi la hora de ir al recital. Me gustan los recitales. He ido a muchos recitales. Intento seguir yendo, sólo que debo ser más selectiva.


Me saqué los tacos y el pantalón, me puse un jean y zapatillas. Me dejé la remera de vestir. Me saqué el collar pero olvidé sacarme los aros de gente seria. Y decidí que no me iba a sacar el maquillaje que tanto me había costado hacía ya tantas horas. Aunque sólo quedaran restos. Era un cadáver exquisito mi apariencia, pero de taller literario de barrio.


Como todavía no pude olvidar del frío que pasé en el recital de Soda Stereo, me puse polar (Yo no uso pouloveres y me pongo polar únicamente en la nieve) y encima un chaleco inflado. Casi muero sofocada, pero estaba demasiado cansada como para sacarme nada. Redonda, con el chaleco, rodeada de mis amigos todos varones, parecía un satélite.


Un kilombo estacionar. Finalmente, 7 cuadras después, un pibe nos indicó un lugar sobre un cordón amarillo. Y nos cobró 12 pesos. Caminamos tres cuadras, mi marido, un poco estresado, empezó a dudar sobre si había cerrado el auto o no y regresó a cerciorase. Claro que lo había cerrado.


Nos encontramos con nuestros amigos y entramos. Gente grande toda. Está bueno eso de dar con el promedio de edad de los asistentes a un recital. No siempre ocurre.
Empezó a sonar la banda. Un sonido de la puta madre. Y de repente, se cortó todo. Un silencio que choca conmigo. Hasta las pantallas se apagaron. Eso es un problema, porque con mi metro casi sesenta lo único que yo veo en los recitales son las pantallas. Y es gracioso, porque en este mundo raramente globalizado, en lugar de rebajar a puteadas al sonidista o de pedir que les devuelvan la plata, la multitud comenzó a corear la marca competencia de la marca que organiza el evento. Imagino a los departamentos de marketing luego haciendo focus group para evitar semejante barbaridad en el próximo festival. Y me da una risa.

Al final volvió el sonido. Y dos horas y pico de rock con aire sureño, algo de funk y algo de jazz. Y seguramente otras cosas que mi oído no supo distinguir.
La banda era la DAVE MATTHEWS BAND por primera vez en la Argentina. Impecable. Una Celebración, como debe ser.

Yo al menos, luego de semejante día, no me merecía menos.

martes, 30 de septiembre de 2008

M de Malnacida.

Cuando nació mi primera hija yo era mucho más joven. Como 6 años. No había pasado entonces la barrera de los 30.
Era también bastante más idealista y un poco más calentona. Con el paso del tiempo, no se bien aún si por la edad o por el cansancio, he aprendido a dominar mis reacciones. Algunas. A veces. Que no es poco.

Nació la bebe en el 2002. En una Argentina llena de cacerolas golpeadas, helicópteros erráticos, poco trabajo y sobre todo, un parto complicado.

Luego de este cuadro hermoso, volvimos a casa. Cometimos todas las atrocidades propias de la paternidad incipiente, mi marido volvió a su trabajo y yo, una semana después, partí con la bebe al Registro Civil para convertirla en ciudadana.

Primeros días de febrero. Un calor. Junté todos los papeles, me pedí un remis y partí. Un calor.

La ciudad desierta, el Registro Civil también. Todo cemento. Yo con la faja y toda chorreada de leche (Es de buen tambo la nena dijo el pediatra, desmitificando toda la cuestión del momento mágico de la lactancia que me habían contado). Un calor…

Cola no hice. No había nadie. Bueno, si, estaban los 10 empleados del Registro. Me atendieron en la mesa de informes. Yo con la bebe a upa (En ese momento aún no tenía esa extraña habilidad que luego uno desarrolla que le permite incluso hacer origami con un hijo calzado en la cadera). De la mesa de informes me mandaron a sacar un número. Saqué un número. La bebe se hizo caca, bueno, caca no, meconio, que es algo parecido pero más feo. Volví a la mesa de informes y me mandaron a cambiarla a un cuartito a una mesada, justo al lado de los rollos de papel para sacarte la tinta de los dedos. La cambie, volví con mi número y un calor, y me senté a esperar.

Finalmente se levantó una señora y me llamó. No recuerdo mucho su aspecto físico. Si algunos detalles, obviamente los desagradables. Uñas demasiado largas y bastante mal pintas de rosa fuerte. Pelo teñido de rubio. Una especie de remerita de hilo a rayas en tonos pasteles que brillaba. El encuentro no podía terminar bien.

Con toda la parsimonia del mundo (Como cuando uno le pide a los hijos que apaguen la tele y se mueven en cámara lenta) me dio un formulario para llenar. Me pidió los papeles que yo había llevado y finalmente notó que yo no tenía modo de escribir con la bebe más el bolso de la bebe más la carpeta de los papeles más mi humanidad. Tomo entonces la birome, ya había chequeado que los benditos papeles estuvieran en regla, y comenzó a escribir ella. Me preguntaba los datos con una especie de magnificencia como si en lugar de llenar dos líneas me estuviera donado un riñón.

No era el personaje de la empleada pública de Gasalla, pero tranquilamente podría haber sido la musa inspiradora.

Todo iba más o menos dentro de los cánones normales hasta que me pregunto el nombre de mi hija. Se lo dije, y luego, los dos apellidos, el de mi marido y el mío. Ahí se paralizó. Levantó la mirada y finalmente me miró con una mezcla de satisfacción y odio. Satisfacción porque con el trámite frustrado podía volver a hacer lo que estaba haciendo, es decir nada, y odio porque si se lo hubiera dicho antes no habría perdido esos 10 minutos preciosos para que se despinten las uñas un poco más. Y me espetó: “No podes ponerle tu apellido, precisas la autorización del padre”. Y se quedó en silencio mirándome desafiante y tirando por la borda tantos adelantos del género femenino en las últimas décadas.

La mal nacida me decía que mi hija recién nacida no podía llevar mi nombre. Tan contenta estaba que cualquiera hubiera jurado que ella había escrito la ley antiquisima en la que se estaba respaldando…

Claro que una mañana de febrero con un calor que derrite las baldosas nadie puede ser muy inteligente. Y no me midió. Primero no entendí, y le pregunté en voz alta: Para ponerle MI apellido a MI hija la ley necesita que esté el padre, pero para ponerle el de padre con que esté yo alcanza??. Para los que me conocen “pregunté en voz alta” es un eufemismo para decir que brame con mi voz gruesa y que como consecuencia las imágenes de los monitores blanco y negro del Registro vibraron durante horas.

Luego me imaginé dejando prolijamente a la beba en el archivero que tenía a mi derecha y luego saltándole a la yugular a la señora. De inmediato noté que no podía hacerlo, pero sólo porque había muchos testigos. Y me dediqué entonces a gritarle durante unos diez minutos sobre todo lo que pensaba. Incluso sobre sus sandalias color crema de taco.

Por supuesto que como estamos hablando de una ley no la pude anotar, pero si logré que todos, y cuando digo todos es todos, los empleados del Registro se pararan y vinieran a proteger a la bebe de mi, a la señora de mi y a ellos mismos de mi. Unos valientes.

Me fui con mis hormonas recién paridas a mi casa. Ya había sido lo suficientemente difícil explicarles a los demás por qué quería ponerle mi apellido. Nada de feminismo, nada de snobismo (me apellido Suárez, a ver…) la simple razón es que en el medio de una ciudad en llamas, un parto problemático y una bebe con complicaciones importante a la que le costó varios días más que a nosotros volver a casa, ella era mía. Tan mía que necesitaba nombrarla como propia. Al principio de esta historia dije que era más joven. Y más boluda también, porque ahora, no explicaría nada y punto.

Y volví a la semana siguiente con mi marido de la mano. Aunque el no lo admita del todo yo se qué comprendió mi necesidad, es uno de los motivos por los que me casé con el. Ya promediando febrero había más gente en la calle y en el Registro. Casi no hicimos cola. La anotamos y nos fuimos. La señora de las uñas rosa fuerte no estaba. Capaz le había dado licencia por estrés post traumático.

Y salimos a la calle con la bebe a upa que ya era ciudadanamente nuestra.
Y un calor…

jueves, 25 de septiembre de 2008

M de Mucho.


Hace años que tengo sobrepeso. Tanto tiempo después puedo afirmar que la razón de base es la autoestima. El exceso digo. (El de autoestima, no el de peso).

Entre tanta tiranía de cuerpo flaco y anoréxico, no seré yo quien haga una apología de los rollos o una reivindicación de la gordura. Nada más lejos de mí. Conozco los riesgos, y con el paso del tiempo, entiendo que finalmente tendré que hacer algo al respecto. Soy madre y deberé preservarme sana para ocuparme de mis hijas.

Antes de empezar a adelgazar (Cómo se hará tal cosa… ¿) intento ordenar el resto de los motivos..

Ocurre que nadie que me conozca puede decir que no tengo fuerza de voluntad. Al revés, soy una especie de topadora. Creo realmente que uno puede hacer lo quiera. Solo tiene que hacerlo. Tendré que aceptar entonces que o nunca me propuse realmente adelgazar o es la excepción a la regla en mi personalidad. Mientras escribo recuerdo que una vez el notero de un programa en el que trabajaba, una noche, medio borracho, mientras cubríamos la grabación del video clip de Sabina con Fito “Llover sobre mojado” (Dios, cuánto memoria al pedo), me dijo: “Lo que pasa es que vos tenés que ser grandota porque le pones el cuerpo a todo”. En realidad no sirve como excusa, lo que de verdad pasa es que me gusta comer.

La casa de mis padres, y ahora la mía, son una especie de club social en donde desfilan a diario amigos, familia, conocidos, amigos de los amigos, familia de la familia y últimamente se han sumado amigos de mis hijas, familia de los amigos de mis hijas, etc. Y entre lo que yo cocino y los que los otros traen esto parece un buffet con servicio 24 horas. Cocinar me relaja. Cocinar para los demás me encanta. Me compre una cocina industrial. Y la uso.

Me ha sucedido siempre además que no tengo rollos (juego de palabras tonto) con el tema de mi imagen. Me veo divina, me siento sexy. Siempre tuve “levante”. Por otro lado a esta altura noto que he cometido, en nombre de mi libertad, atropellos al buen gusto (Si Madonna salía a bailar con corpiño de conos por qué yo no, eh?). Pero sospecho que los hubiera cometido igual, independientemente de mi peso.

No tengo limitaciones tampoco, soy ágil, soy flexible, puedo bailar horas, y hace unos años, cuando tuve un operación “importante”, el cirujano estaba preocupado porque suponía que iba a tener los “valores” mal. Ja, divinos estaban. Como yo. (Lástima el tumor… que de todos modos nada tenía que ver con mi peso).

Para completar la situación, la mirada del otro, por lo menos la mirada de lo externo, siempre me chupó un huevo. Me pongo lo que quiero cuando quiera. Y tengo alma de arbolito de navidad, pero de luto: Vamos con aros, collar, reloj, tacos, anillos, todo negro. Y todo grande.

En fin, parece que me llegó la hora. Por lo menos la de la conciencia. Debería entonces, en nombre de la sanidad, perder algunos kilos. Y se me ocurre que podría empezar por:

- Los kilos que legalmente no están casados con mi marido.
- Los kilos que nunca se recibieron de licenciada.
- Los kilos que parieron a la segunda pero que no tuvieron nada que ver con la maternidad de la primera.
- Los kilos que no conocieron el primer departamento.

Y si todo este auto convencimiento no alcanza, tengo que pensar que capaz, sólo capaz, me entran otra vez los pantalones de cuero. Y entonces, no podíamos irnos sin otro juego de palabras tonto, tamaño esfuerzo habrá valido la pena.

lunes, 22 de septiembre de 2008

M de: Mujer que escribe (la génesis).


Aprendí a leer y a escribir mucho antes de entrar a primer grado. No era superdotada, era hincha pelotas. Estaba absolutamente fascinada por todo lo que tuviera letras. Y mi santa madre, harta, realmente agotada, de tener que leerme todo, decidió que era mucho más productivo para su sanidad mental (Y para mi integridad física) enseñarme a leer y a escribir. Y como mi progenitora es de una fortaleza indescriptible, lo logró.

Luego arremetí yo con todo lo que se pudiera leer. Lo que debía y lo que no. La revista Humi que me compraban mis papás y la revista Humor que se compraban ellos y que me prohibían. Y también la revista Perfil que me escondían.

No sabía mamá (Una de sus frases favoritas hoy es “Te deseo con tus hijas la mitad de los fuiste vos, con eso estoy satisfecha”) que se sacaba un problema de encima pero se ponía otros.

En primera fila estaba cuando yo, de 6 años, pronunciaba un poema (Espantoso) de mi autoría (De quién más sino) a la bandera en el patio del colegio Socorro de San Pedro. Un momento hermoso. Ah… porque escribía poesía, no les comenté?? No, si era una joyita...

A mediados de cuarto grado nos mudamos a Buenos Aires. A la semana de estar cursando la señorita (Violeta se llamaba) la citó a Eleonora y le dijo, muy seriamente: “Usted sabe que su hija escribe?!”. Esta mujer pensaba que el trauma de traerme de la zona rural a la urbanización había generado en mi una depresión literaria, o algo así y que por eso todo en el cuaderno tenía métrica y rimaba. Ella una ilusa, yo una niña insoportable.

A esta altura ya estaba convencida yo de que escribía más o menos bien. Y cómo por contraposición la mayoría del resto de las cosas que te enseñan en el colegio me interesaban un bledo (Aún hoy hay cosas básicas como la división que casi no comprendo) me dediqué a explotar la pluma y la lectura.

En el secundario fue practicamente igual y por supuesto mis redacciones se destacaban. El punto culmine llegó cuando para un trabajo práctico yo agarré y me escribí una novela completa (Toma, chupate esa mandarina). Lazos se llamaba el adefesio, y empezaba narrando la muerte de la que aún hoy es mi indiscutible mejor amiga. Es además la madrina de mis dos hijas y mi socia. Ahora que lo pienso, y a la distancia, como en definitiva soy una buena mina, se ve que la mataba básicamente para salvarla de mí.

Lazos pasó de mano en mano, lo leyeron todos los profesores, varios de mis compañeros, los padres de algunos (Incluyendo a los de la muerta), mi familia… Y todo eran felicitaciones y augurios de un futuro en las letras.

El libro (porque es uno solo, con tapa de cartulina) sigue en mi poder. He fantaseado con reescribirlo. Pero también he fantaseado con pesar 30 kilos menos, con volar y con tener sexo con algún hombre famoso, pero una de las virtudes que tengo es que distingo bastante claramente el terreno de la realidad y el de la fantasía.

Aún me pregunto como nadie tuvo la valentía para decirme: No nena, busquemos otro kiosco.

Capaz fue piedad, porque hasta ahí duró el romance. Entré a la Facultad. Y bastaron un par de días. Ahí si que había, y estoy hablando de compañeros, monstruos gigantes de la pluma. De los que aún tengo muy cerca, puedo nombrar a un amigo que escribe poemas que te parten en dos (Y no necesita rimar canción con emoción) y una amiga que hay Dios mío, si yo escribiera como ella no haría otra cosa nunca. Ni siquiera comprarme zapatos. Escribiría y escribiría.

Sin embargo, acá me tengo, en esta especie de regreso al mundo de las palabras. Y públicamente, que no es poco. Me someto, aunque no es el fin, a la mirada de los que seguramente tendrán mucho que criticar. Y sin embargo, ocurre en un momento en el que tengo la madurez suficiente como para saber que no hace falta ser bueno (o un genio, o un iluminado) para hacer las cosas que te dan placer. Alcanza con hacerlas.

Y sospecho que hicieron falta el poema a la bandera, los cuentos obvios y el best seller Lazos para poder hoy, de modo terapéutico, balbucear en este Blog mientras me divierto horrores y esperar que si alguien lo lee, se ría.

Y que el resto, literalmente hablando, me chupe un huevo.

domingo, 21 de septiembre de 2008

M de: Me desagrada la primavera.


A mi no me gusta la primavera. El mi ranking de estaciones está primero el otoño (estación con onda si las hay), luego el verano, después el invierno y ahí, al final, la primavera.

Me molesta todo lo que está relacionado con la primavera. No me gusta el olor a flores. Odio el olor a flores en general. Odio que las flores se reproduzcan, a partir del 21 de Septiembre, en vidrieras, publicidades, tapas de revistas, el cuaderno de mi hija, canciones, ropa y todo lo que se pueda pintar, plotear, describir. Hasta de debajo de las baldosas salen flores. Se vive como en un continuo ataque esquizoide de liberty!

Y ahí salen todo con los bermudas y las sandalias. Aunque haga 5 grados. Bajo cero. Ahhh pero si es primavera… sacate el tapado y ponete la musculosa que sino sos un amargado. Y cada vez peor, porque con esto de la capa de ozono el clima se va como corriendo y lógicamente si en abril te cagas de calor en septiembre hace frío. La de plata que deben hacer para estas épocas los fabricantes de Antigripales.

Pareciera además que por decreto tenés que estar de buen humor. Y enamorarte. Y ahí nos vamos todos a la mierda. Evidentemente el polen ataca directamente a las hormonas. Y uno ve cada caso… porque como ya no tenemos 16 años, la cosa no queda en transar con un fulano lleno de acné sobre los restos del sándwich de mortadela en el picnic de Palermo, justo antes de pelearte con el otro colegio y de que te corra la cana. No te alcanza el verano para arreglar las cagadas que te mandaste en la primavera. El amor no tiene estación señores, sino sería de sencillo…

Y no me gustan las mariposas, y no me gustan las alergias, y menos las abejas, y no me gusta, sobre todo, el espíritu primaveral. Lo único que me gusta de la Primavera es la placa de Crónica que anuncia su llegada.

Me gusta la época de frutillas, me vuelvo loca por los jazmines (Tengo una teoría, no son flores, sino no me gustarían tanto), adoro las noches cálidas al aire libre con mi amor, disfruto horrores de los días de quinta con amigos, pocas cosas me gustan más que mis hijas disfrutando de la libertad de la naturaleza.

Aclaro esto último para dejar asentado que no es de jodida. No me gusta la primavera porque creo que, independientemente de la estación que sea, cosas buenas pueden “florecer” sin necesidad de tanto brote.