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Hasta en la sopa...
jueves, 31 de diciembre de 2009
El último: Cortito y al pie (a mis).
Último día del año. Hay sol y es temprano. Suena el despertador porque trabajo medio día. No me molesta para nada trabajar, ahora, al próximo que me diga la frase esa de que el que es jefe no trabaja lo cago a trompadas.
Apuré el baño y el desayuno en silencio para no despertar a la familia. En la cocina los olores de la comida para la noche vieja que se apura más que mi baño y mi desayuno. Son raros los olores de la cocina por la mañana. A veces me pregunto si son los olores que van a recordar mis hijas cuando crezcan. Y uso mucha canela y mucho jengibre para que la nostalgia sea rica.
Me vestí con lo primero que encontré (Ventajas de tener el 90% del guardarropas color negro), anteojos de sol gigantes, con la esperanza de que tapen más que los ojos. Espié a las nenas, la menor llena de Caladryl porque ayer se la comieron los mosquitos. La mayor muy mayor. Besé a mi amor en los labios, me respondió el beso dormido, casi como un reflejo conocido. Yo no puedo vivir sin esos besos. Quien lo hubiera dicho.
Caminé casi una cuadra con el año en los hombros. Ayer no me pesaba tanto, pero hoy es 31. Año de mierda pensaba, así, como una sensación que me envuelve. 20 kilos menos y me siento pesada. Me jodo, la ironía a veces se te vuelve en contra. Y tengo además la idea de que no tengo derecho a la queja. Me chupa un huevo, si querés llorar llorá dice Moria. Y yo digo que lo que tiene que doler es mejor que duela, sino después se enquista.
La ciudad estaba bastante despierta. No tengo muchos momentos de soledad, así que los disfruto. Ensimismada. Con el pelo mojado. Dejando que el calor de la mañana me de de lleno en la cara (y a la mierda el cáncer de piel, que tampoco es para tanto, que son las 8 de la mañana).
Ya había cola en la carnicería, se mezclan las bolsas de hacer las compras rayadas con los changuitos súper top que se pusieron de moda. Las cuadras que camino están llenas de talleres mecánicos y comercios. Llegando al final de la cuadra me quita de mi propio encierro un grito: Ey! Te puedo hacer una pregunta?.
Miro, si, era para mí. Un pibe que no podría ser mi hijo pero casi, desde una camioneta de fletes, parada en la cola del semáforo en la mitad de la avenida. Una gorra con visera y ojos con chispa, el brazo acodado en V sobre la ventana de la camioneta y la cabeza apoyada sobre el brazo.
Yo no había emitido palabra desde que me levanté. Igual nací con megáfono, así que abrí la garganta y respondí, claro y fuerte: Si!, decime. Y pensaba que todos los que íbamos a trabajar hoy por la mañana compartíamos un secreto.
Me responde: Ayudame!, conocés la calle Te Amo?. Y le explota la sonrisa de dientes.
Me sonrío y me sonrojo. Yo no me sonrojo fácil. Pero tengo la guardia baja. Mientras, como en una escena de una película barata el señor gordo y el señor petiso de pelo blanco de la gomería que saludo todas las mañanas estallan en un aplauso. Se suma el señor de la estación de servicio de la esquina que según mis cálculos vive ahí, o trabaja 24 x 7, que es lo mismo.
Arranca la camioneta, el de la estación de servicio vuelve a su silla, los de la gomería al mate. Sigo caminando.
No es mágico. Pero casi. Ahora falta terminar el día, abrazar a los que quiero. Y empezar el año. No me creo que cambie nada cuando el 31 de paso al 1ero. Pero reconozco que se genera la sensación de que se gana tiempo. Hoy no queda nada, pero a partir de mañana son 365 días para curar las heridas y para amar más.
Pero yo ya tomé una decisión. Mi año terminó hoy a las 8.15 de la mañana. Con aplauso y todo.
Buena vida a todos y un año después, gracias, muchas gracias, tantas gracias, por leer.
martes, 22 de diciembre de 2009
Acabemos con esto! (Que tenemos que volver a empezar).
Cuando llega fin de año además de todo lo que todos hacemos: Comer, comprar, desesperar, volver a empezar, evaluar, rendir, correr, yo además celebro aniversario de casados.
Esa celebración suma a la toma de conciencia del paso del tiempo. Y cuando me estoy por recuperar ahí, un rato después de los malditos fuegos artificiales del 31 cumple años mi hija mayor. Que es pequeña aún. Pero cada vez menos. Encima porta un cuerpo que la aleja de su edad. Tiene fiebre, mi marido se quedó con ella, me escribe desesperado para decirme, no que tiene 39, sino que tiene pelitos abajo de los brazos. La nena tiene musculosa hace 10 días y hace 20 que se lo dije, pero no, el tipo elimina lo que no puede procesar. Y le puso el termómetro y se chocó con la realidad. Cuando se indisponga lo internamos.
Un ratito después cumplo años yo. Hace años que no me acuerdo cuántos años tengo. Pero no es falta de compromiso con la adultez eh. Es que cuando parí a la mayor nació con unos problemas, se quedó internada, nosotros volvimos a casa y yo pase mi cumple entre terapia intensiva, el sacaleche y mi departamento sin bebe. Entonces como que perdí un año. Si me preguntan rápido me pierdo, dudo entre un año más o un año menos. Igual con esfuerzo lo saco, sólo tengo que concentrarme.
Después se me aparecen señales inequívocas que me causan mucha gracia. Porque si hay algo que nadie me puede negar es la gran capacidad que tengo para reírme de mi misma. Por ejemplo, estaba por salir el otro día y recordé que antes nunca salía de noche sin llevar los lentes de sol. No porque me los pusiera para ir a bailar, nunca fui tan boluda, sino porque los usaba a la mañana. Cuando volvía a casa. Por respeto a mis ojos y a todos los que se cruzaran conmigo. Ese recuerdo me hizo estallar en carcajadas. Sola. Y no logré recordar cuándo había sido la última vez que había salido con lentes de sol. No es añoranza. Es anecdotario.
Así que en los últimos días del año, mientras estoy comiendo, comprando, desesperando, volviendo a empezar, evaluando, rindiendo, corriendo, celebrando aniversario de bodas, pensando en el cumpleaños de la mayor y en el mío propio, respiro y con el último suspiro anuncio que la verdad verdadera es que tanto no me jode el paso del tiempo. Será que voy al trotecito rápido y acompaño lo que me dejan acompañar intentando no perder el ritmo. No sea cosa que se me enfríe el sudor.
El cuero es más duro y el corazón es más blando. Ironías de la vida, soporto mucho mejor las tormentas pero las heridas, muchas menos que antes, duelen mucho más. Me estaré poniendo sensible? Qué horror!
Mejor no me le animo al balance, lo dejo para el 31. No se si el saldo es positivo, pero agradezco tanto todo. Y realista como soy diré que si bien nunca veo el vaso medio vacío no significa eso que lo vea siempre lleno. Hay momentos, y diciembres, en los que me conformo con ver el vaso.
Sobre todo porque sino no puedo brindar...
Chin chin.
Y a otra cosa mariposa.
Cenizas quedan... (Esperemos que no muchas más)
Ya se había muerto Mamama. Luego, murió Mema. La otra abuela. Ahora no tengo más. No es tan dramático, digo, no se si tengo edad de tener abuelas.
Como ya he dicho en otras oportunidades, para humor negro mi familia es lo más. Igual negro es para afuera, para adentro tiene luz. Para negro mi ropa, el resto clarísimo.
Decía, sin terminar de vaciar los muebles de la casa de la abuela materna agarra y se muere la paterna. Lo bueno es que ya teníamos cinerario cerca. (Y la logística clara, y contactos con la funeraría, y hasta casi precio promocional por el uso pero ese es otro tema).
Partimos entonces la familia unita, con los nenes incluidos, el día correspondiente, con la urna bajo el brazo, a llevar a Mema a rejuntarse con Mamama y con la Tía Tita.
Llegamos y como lo nuestro siempre es completito, se había muerto uno de los curas más viejitos de la Parroquia. Así que no sólo había urnas en el altar, sino que además estaba el cajón en la mitad de la nave de la Parroquia. Misa de cuerpo presente. Los curas llorando a su compañero muerto. Fellini nunca soño nada ni parecido.
Entramos en fila india. Los curas formados a un costado para entrar. Clima de velorio pero en paz. Mi padre se funde en un abrazo con uno de los curitas más jóvenes, compañero de facultad, y mientras el cura principal me hace señas con la mano para que me acerque. Todos los feligreses espectantes. Voy intrigada y me dice, en voz baja: Y ahora a quién traen? Y señala la urna. Ah! A mi abuela digo. Y me responde, desorbitado: Pero no la trajeron hace un mes?? La otra padre, la otra. Y por las dudas no me preguntó nada más.
Luego de esa conversación que merece un post aparte, transcurrió la misa rápido, ocupada estaba yo en hacer callar a la mayor que lo único que quería saber era si podía acercarse a ver al muerto. Cuando lo logró llegó a la conclusión de que parecía un muñeco de cera. Bastante razón tenía. Y como primer encuentro con un cadaver no puedo pedir más. Cero trauma, clima de paz y de Fe.
Después otra vez la ceremonia de las cenizas, como un déjà vu. Y ya al partir, sin más abuelas que entregar, cuando el Párroco me saluda le digo: Bueno, espero que no se nos haga costumbre. Y me miró raro.
Me parece que no era momento aún para hacer un chiste.
Y bueno, cada uno hace lo que puede con lo que tiene. Yo lo llevo a misa. No está tan mal. Sobre todo para estas fechas.
sábado, 28 de noviembre de 2009
TIC TAC TIC TAC
martes, 3 de noviembre de 2009
Tenés la boca llena?
jueves, 29 de octubre de 2009
TIRANDO Y TIRONEANDO (me).
lunes, 12 de octubre de 2009
Manejar manejo, pero no autos (1/3)
NOTA DEL AUTOR: Post publicado en la revista on line Mujeres al Volante - Dietrich (Primera de tres entregas).
“Andá a lavar los platos” se escuchó en el medio de la avenida. Sin embargo, algo hacía ruido en la frase. La voz era femenina. La que gritaba era mi mejor amiga, al volante. El destinatario era un hombre también al volante aunque nunca tendría que haber tenido acceso ni al de los autitos chocadores.
La situación generó sonrisas. No en mi amiga, claro. La tipa es una de las personas (Dije personas, estoy englobando a ambos sexos) que mejor maneja en el mundo (Mejor maneja no significa que maneja lento, ni que maneja como un hombre, significa que maneja bien).
Tanta aclaración se debe a que mucho se ha escrito, y mucho más se dice a diario, sobre las diferencias entre los conductores hombres y las conductoras mujeres. Lugares comunes y frases hechas. Pero dan para el chiste.
Vamos entonces, haciendo gala de la misma discriminación que sufrimos a menudo, a enumerar algunas de las diferencias:
• Los hombres se enamoran de su auto. Las mujeres usan el auto que tengan a mano. Algunas a lo sumo se enamoran del auto del marido en lugar de enamorarse del marido, pero eso es otro tema.
• Los hombres mantienen las piezas originales de sus autos. Si tienen que buscar un repuesto son capaces de recorrer el país de punta a punta. Las mujeres los personalizan. Calcos, llaveritos, olores, fotos, rosario. Y no tunean el del novio porque tienen instinto de supervivencia, porque sino…
• Los hombres hacen un estudio de mercado antes de comprar un auto. Aunque finalmente compren uno usado con 25 años encima y con el cuenta kilómetros gastado. Las mujeres miran la economía familiar. Si el dinero no es una traba, miran que tenga formita redonda y por sobre todo, miran el color.
• Los hombres odian los autos familiares. Muchas mujeres también, pero son capaces de comprender la diferencia entre 3 chicos en un convertible y 3 chicos con su cinto de seguridad en un vehículo familiar.
• Los hombres odian que las mujeres manejen. Las mujeres odian que los hombres odien que ellas manejen.
Podríamos seguir por varios puntos más, pero cambiando de registro, sostenemos que suponer que todas las mujeres manejamos mal es como suponer que todos los hombres manejan bien. Ambos son razonamientos falaces. Y sobran pruebas.
Por ejemplo, he ido yo misma a hacer el curso de manejo en dos oportunidades. La primera me embaracé y mis nauseas y yo aborrecíamos profundamente a a la humanidad toda y eso incluía al instructor. Y lo dejé. La segunda, nos robaron el auto y me enoje. Y lo dejé. Los cursos de manejo y yo merecemos un texto aparte, créanme.
Estoy notando que no muevo la aguja de la estadística porque no manejo ni mal ni bien. No manejo. Prometo volver a intentarlo únicamente para poder relatar la experiencia.
Ahora, mientras, y que les quede bien claro, ni pienso irme a lavar los platos.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Cremas, el tiempo y rock & roll.
martes, 25 de agosto de 2009
Familiares encajados.
Mi abuela Mamama primero cumplió 90 años y después tuvo el mal gusto de morirse. O la dignidad. Depende.
Mi Tía Tita, soltera y sin apuro (ni para casarse ni para morirse), se fue a los 90 y pico, ya lejos del cutis de porcelana y las uñas pintadas color coral.
En este sitio sólo nombramos con su nombre real a los muertos. No es ética, es para que nadie reclame nada. Valga la aclaración.
Si bien una es herencia paterna (la tía) y la otra es herencia materna (la abuela), estos dos pilares de mi vida han compartido cenas familiares varias, cumpleaños, casamientos y velorios (No los de ellas, de hecho, ninguna de las dos fue velada). Sin embargo, y quien se los hubiera dicho, desde que han dejado este mundo han estado más cerca que nunca.
Juntitas las dos. En la oficina de mi padre. En donde atiende a los clientes. Una encima de la otra. Cada una en su urna.
Ocurre que para humor negro, mi casa. Es sano. Muy sano. Pero reconozco que a veces al entorno le resulta algo chocante. A nosotros nos mantiene vivos. Aparte a las viejas en algún lado las teníamos que poner.
Luego, varios meses después de haberlas apilado, la Parroquia del Barrio inauguró, con un sentido de la oportunidad increíble, un cinerario. Un cinerario es, al menos en este caso, una caja de concreto muy linda en donde se van tirando las cenizas de los fieles.
Partimos entonces con la tía y la abuela. Nos hubiera gustado llevar al abuelo, al marido de Mamama, pero no pudo ser. Cuando desmantelamos la casa de mi abuela, encontramos la urna allá arriba del ropero. Mi hermana la del medio, siempre tan despistada, subida a una banqueta, levantó una tapa negra con una cruz plateada y me miró preguntando: Y esto qué es? Yo le estaba por decir pero mi hermana la menor empezó a gritar, presa de un ataque de impresión (Creemos que es adoptada). Yo me reía, la del medio avisaba que la urna estaba vacía, la menor gritaba y mi madre exclamaba: Pero en dónde está papá? (Como verán o escribo o me convierto en una asesina serial).
Decía entonces que nos llevamos a la tía y a la abuela, tuvimos misa, mi hermana menor coherente con su aprensión se fue en la mitad y luego, a mi me tocó la tía y mi mamá llevó a su mamá. Una de urnas había! Los cinearios no son muy comunes y en el barrio se venían acumulando familiares en caja a lo loco.
Había que abrir las urnas, lo que generó expresiones de lo más extrañas en los dolientes. Porque, seamos honestos, yo a las dos las conocía bien, pero hay urnas que se van pasando de generación en generación y que al final no se sabe bien si son propias o si estaban ahí cuando te mudaste, junto con la maceta de venecitas. Mi madre, siempre tan genial, tenía un destornillador en la cartera, al lado de las carilinas, que salvó a más de uno de la vergüenza de andar zamarreando a los difuntos.
El señor que recibía las reliquias tenía una cuchara sopera en la mano con la que rascaba las urnas que estaban casi vacías (Haberlo sabido y llevábamos al abuelo). Luego una estampita y a irse por donde vinimos. La tía y la abuela en la casa de Dios, mamá contenta, clientes de papá sin impresionarse... Una maravilla.
Yo cerré el capítulo, me quedé con lo mejor de las dos y pasé a otra cosa. Unos días después mi hija mayor, la de 7, invitó a dos amigas a jugar. Cuando vienen niñas suelen ir a jugar al play. Desde el living yo escucho las conversaciones de los pequeños engendros infantiles. No es de chusma, estoy ahí. Reconozco, sin embargo, que no logro asimilar que todos los juegos comiencen con la muerte de los padres. Ya he comprendido que es habitual, ya he investigado y tiene que ver con la fantasía universal de la libertad absoluta (o con Cris Morena y todos sus programas) pero de todos modos me cuesta.
Estoy en el living, escribiendo por ejemplo, y tengo la secreta esperanza de que mi primogénita en algún momento diga algo del estilo de: “Dale que se mueren todos pero mi mamá no porque sin ella no puedo ni pensar en sobrevivir un microsegundo”. En lugar de eso escucho que les relata a las otras nenas que a la abuela y a la tía Tita las habíamos llevamos a la parroquia, las habían prendido fuego y para terminar, habíamos tiramos las cenizas en la casa de Dios. Noté que, sangre de mi sangre, había obviado comentarles a las amiguitas que no las habían quemado ahí, y sobre todo obvió decirles que estaban muertas. Un silencio en la merienda…
Me hice la adulta responsable y le expliqué en detalle la cuestión, seriamente, y ahí si pensé que habíamos terminado con el asunto, pero no.
Un par de días después estaba yo en la Facultad e intentaba mantener la atención durante toda la jornada en un seminario (como se pierde la costumbre eh). Con una mano jugaba con mi teléfono y con la otra jugaba con el borde de mi remera. Linda mi remera. De ahí pasé al bolsillo de mi jean y me encontré con un tornillo. No tengo alma de Bob el Constructor… demoré en hacer la conexión… pero si, ahí estaba, claramente, uno de los tornillo de la urna de la tía. Ahora, en qué momento me lo puse en el bolsillo y por qué carajo me lo puse en el bolsillo son misterios que no pretendo develar.
Que raro todo. Si yo no fuera yo podría pensar que era una clara señal de mi Tía, indignada por la irreverencia con la que me tomo estas cosas. Pero como justamente soy yo porque mi tía fue mi tía y mi abuela fue mi abuela, puedo decir tranquilamente que el tornillo en mi bolsillo ha sido un guiño seguro de estas mujeres que se cagan de risa de mí cuando me tomo algo en serio.
Brindo por ello y asumo que hay cuestiones que simplemente no concluyen aunque se conviertan en cenizas. Pedazo de bruta, por querer hacer cosas imposibles es que luego ando por la vida perdiendo los tornillos.
lunes, 10 de agosto de 2009
El señor de los anillos.
Abrí el paquetito arrugado y era un anillo de plata con una piedra gris. Y me desarmé. Se me cerró el estómago. Me morí de amor.
Si mal no recuerdo, y sino no importa, tenía alrededor de 18 años. Nos habíamos ido de vacaciones con un grupo de amigos a una ciudad rutilante de nuestra larga costa. Si bien he desarrollado una memoria selectiva que me protege, estoy casi en condiciones de asegurar que era Santa Teresita.
En una feria chica y mal alumbrada, comenté que me gustaba ese anillo. Siguieron nuestras vacaciones, volvimos a casa, empezamos la Facu, y meses después, el paquete en mi mano. El anillo en mi dedo. Y el que me lo regaló en mi cama hasta hoy.
Los hombres se jactan de tener una mente más abstracta que la nuestra. Resuelven complejos problemas matemáticos, desarrollan sistemas filosóficos, dirigen países y van a la luna. Ahora, para elegir un regalo adecuado para la mujer que aman se convierten en débiles mentales desprovistos de creatividad y de cualquier otra cualidad relacionada con dos neuronas haciendo sinapsis aunque sea de pasada.
Mi entonces noviete adolescente y yo nos quedamos prendados de la experiencia del anillo de piedra gris. Yo me quedé con la idea promisoria de una historia de amor y de una vida llena de sorpresas. El tipo, mucho más básico para esas cuestiones, se quedó con la idea del anillo, y esperando repetir la hazaña, me ha convertido en la mujer con más anillos de diseño con piedras grandes y oscuras del planeta. Con el tiempo ha ido afinando el gusto, cambiando el presupuesto y el destino de origen de anillo. Y con cada anillo me ha mirado desconcertado, sin entender que al final, si el compraba lo mismo pero mejor cómo podía ser que yo no me conmoviera tanto como con el primero? Eh?. Me he tomado mi tiempo para contarle que, como dicen en mi pueblo, nunca es el valor intrínseco, sino la acción que lo involucra. No fue el anillo, fueron los meses de espera para dármelo, fue la atención prestada a mi deseo. Fue la magia. El objeto bien podría haber sido uno de esos caballitos de mar con brillantina que te indican la temperatura. En Santa Teresita abundan.
Este pobre hombre que vive conmigo ha ido incursionando luego, sin mucho éxito, en un sinfín de rubros. Siendo mi pareja sabe además que de lugres comunes nada. Conmigo no van la flores, ni los bombones, ni la ropa interior elegida por la vendedora ni ninguna de esas pelotudeces. Había que esforzarse. Puedo destacar, entre sus esfuerzos más esforzados, un par de zapatos con mucho taco, plataforma, de charol, rojos, con una hebilla al costado. Yesica Cirio hubiera estado tan contenta. Pero yo no. Luego, durante un tiempo, se dedicó a la tecnología, ahí vamos mejor, todo lo que tenga botones, luces y se conecte está más o menos bien. Y le debo reconocer el acierto de la alfombra para bailar de la Wii. Me ha sorprendido con un maletín carísimo para mi notebook, lástima que mi máquina no entraba. Y así. Cuento también con una colección de pulseras envidiable. Grandes. De plata. Con piedras grandes y oscuras. Bah, como los anillos.
Y en lo que a mi se refiere, sólo para molestar, soy una campeona: Un celular última generación, una púa de plata (Exactamente copiada de las que el usa) con sus iniciales, un fin de semana solos sin que el sepa hasta ultísimo momento, con las nenas ubicadas y todo, una picada Premium en su oficina para el almuerzo de San Valentín (día que me chupa un huevo pero estaba buena la excusa) acompañada (los detalles lo son todo) por cerveza helada, y que me valió varias propuestas de casamiento de sus compañeros de trabajo, las zapatillas más copadas de mundo, la ropa más linda para tocar en vivo, los anteojos de sol con más onda del universo traídos especialmente desde afuera, una guitarra acústica que le gustaba y que le hicimos creer que ya se había vendido, una de las dos guitarras eléctricas de viaje que estaban disponibles en el país, y así. Una cam – peo – na.
Y como al final de cuentas lo mío es casi un apostolado, a continuación unas breves recomendaciones para ellos y otras para ellas. Haciendo arbitralmente una generalización que no me gusta y una polarización sexista que me gusta menos. Es los que hay.
A ellas:
1. Si partimos de una relación plena y amorosa, en donde, bueno, esto puede ser algo que estamos en condiciones de ceder, nada de sutilezas, nada de perspicacias ni de enigmas esperanzados. Es como en el sexo muchachas, mejor decir claramente lo que queremos. Es la garantía de un final feliz.
2. Utilicemos las nuevas herramientas que tenemos a disposición: El estado de Facebook, los 140 caracteres de twitter, hasta un canal en youtube podemos hacer sobre lo que esperamos. No ahorremos en recursos.
3. Las generalizaciones no sirven. Un par de zapatos, un libro, un viaje, una joya, un adorno, etc. etc. etc. son mundos inabarcables para un novio estresado por la compra del regalo. Decir un par de aros es lo mismo que decir “un regalo”. Basta de ingenuidad.
4. Sepamos que el proceso es lo importante. Si el tipo le puso onda, dedicación y esfuerzo (El bolsillo es sólo un detalle, yeguas abstenerse) y así y todo llegó con el anillo, merece algo de nuestra consideración. Consideración no es lo mismo que no cambiar el anillo eh.
Para ellos:
1. Esté atento a las señales. Mire que muchas veces son carteles luminosos. Si Usted no ve los carteles, sepa que tendrá dos problemas: Le recriminarán el regalo feo y por sobre todo no haber visto los carteles.
2. Dedíquele tiempo a la cuestión. No se resuelve en dos minutos el temita. Un amigo dice que los puntos se suman de a uno y se restan de a millones. No se arriesgue.
3. Algo para la casa no es algo para ella. La casa es de los dos, ergo… vamos, vamos, haga la relación. No es taaan difícil.
4. Tómese el tema como un desafío personal. Anote, observe, investigue. Descarte, compare. No descuide ningún detalle. Casi casi como si se tratara de su nuevo auto. Ahhh, ve que puede?
5. Por último, luego de tanto esfuerzo, póngale onda al envoltorio y por sobre todo a la logística de la entrega. Esto último sin lugar a dudas puede redituarle muchísimo en otros ámbitos. Las mujeres somos muy agradecidas.
Ese del que estoy enamorada a pesar de los anillos (en realidad me gustan), se pavonea por ahí diciéndome (porque somos una pareja rara, si) que va a hacer un sitio secreto (si, me lo dice pero será secreto) con compañeros de trabajo y Dios sabe quiénes más, en donde justamente compartirán experiencias, se recomendaran regalos, los tipificarán según la ocasión y de acuerdo a lo que esperan a cambio. Yo lo vi tan entusiasmado que me dio pena decirle que el único problemita del proyecto genial era que un hombre o mil haciendo regalos es lo mismo. Y ahora que lo pienso tengo que desbaratar urgente eso, no sea cosa que incluso arruinen a los pocos que si saben regalar. Otra opción es que la directora del proyecto sea una mujer. Y que además las que participen sean mujeres. Pero si se lo digo no me va a creer.
Mientras releo lo escrito pienso en este hombre que se debe querer cortar las venas con un papel de regalo y me veo en la obligación de dejar pasar la cuestión, le debo la honestidad de reconocer, en un acto de justicia, que de todos modos tengo en mi haber muchísimas sorpresas y otros tantos capítulos de la historia de amor.
Casi tantos como anillos.
miércoles, 1 de julio de 2009
Mínimas (4): Cruzada es poco.
Que ponete el barbijo, que no te lo pongas que es peor. Que la veda escolar empieza el lunes por decreto, como si hoy, tres días antes, el riesgo fuera menor. Que son menos de 50 los muertos, que se muere la gente como moscas. O como cerdos. Que el remedio no sirve para nada, que es infalible, que igual no hay. Que tosas en el codo, en el tuyo digo, que no te reunas con mucha gente pero si laburás en un supermercado jodete. Qué las embarazadas, gracias a Dios, están dispensadas de ir a trabajar, ahora si el marido se contagia y la contagia problema del tipo, un desgraciado, no del gobierno. Que solo se mueren los que ya se iban a morir de otra cosa, que después de todo morir nos vamos a morir todos. Que el gel mata el virus, que en las góndolas no queda ni gel íntimo. Qué los niños no son target del bicho, que el bicho no vuela, que se mueren en las salas de neonatología, los nenes, no los bichos, que te contagias en el subte. Y en el bondi, Y en Retiro. Que no hay dos diarios que digan lo mismo. Ni dos mails. Ni dos radios. Ni dos noticieros. Ni dos médicos. Que no comas cerdo, que comé tranquilo pero sólo si lo podés pagar. Qué no sabemos si México aplicó bien las medidas para evitar la epidemia, que tenemos tiempo para discutir al respecto, mientras ellos ya lo superaron y nosotros la estamos pasando bomba. Qué se muere más gente en accidentes de tránsito, ni te digo en un airbus, que qué carajo tendrá que ver eso con una pandemia. Que no te contagiás en el velorio de uno que se murió de esto, que no seas idiota, no ves que el muerto no había ido a ningún velorio?
Que el debate interno es continúo entre el ataque de pánico y no darle importancia porque la vida sigue. Que está cada vez más fuerte y más agresivo, y que después de todo el virus tan malo no es, no ves que hasta conciencia democrática tiene, que se aguantó y nos dejó votar y luego si, emergencia sanitaria. Somos todos tarados. Menos la gripe.
Que por las dudas, y por orden del pediatra, las nenas se quedan adentro.
Que por suerte, y por justicia divina, ya tenemos dirigentes infectados.
Y que me recontra cago en la reputísima madre que los recontramil parió a todos los reverendos hijos de puta que, por diferentes motivos, se tendrían que haber ocupado de esto antes. Y no lo hicieron. Soberbia pura. Pura mierda. Mierda tipo A.
Ya vendrán tiempos mejores. Y ojala que políticos también.
miércoles, 17 de junio de 2009
Mínimas (3): Morite si podés.
La muerte te deja helada. Es democrática dicen, no distingue mucho la tipa. Te sorprende cuando irrumpe inesperada y te destroza cuando te obliga a caminar por largo tiempo a su lado.
Cuando se muere un ser muy querido algo de vos se va y algo del difunto se te queda. A veces instala en un sitio al muerto de modo más presente que cuando estaba vivo. Y a veces duele tanto que no importa nada más.
Cuando se muere un famoso es rara la sensación. Por un lado está la cercanía, la familiaridad, es un poco tuyo. Y por otro lado la certeza de que era un desconocido. Te angustia si lo admirabas, pero no te da como para llorar a mares.
Cuando se murió mi abuela, hace poco, una amiga del alma me recordó que la muerte no existe.
No existe cuando querés a alguien porque el amor no se muere. Y no existe en el famoso cuando el talento lo sobrevive.
Igual, para ser algo que no existe, demasiado texto. Existe, ensayo mientras escribo, en los que la abrazan en vida. Quien vive vivo no muere, y quien muere al morir es porque ya estaba muerto.
A vos la muerte no te alcanza porque tu talento te supera. Chapeau.
Mínimas (2): A ver si me voy anoticiando.
Intentaba comer mi comida y que la menor comiera la de ella sin que revoleara el plato, tan solcito que es. Y le di el aro de plástico de la tapa de la botella de gaseosa en un burdo intento de lograr 10 segundos de su débil y frágil concentración. Contenta como un indio con vidrios de colores intentó ponérselo en la mano como pulsera y no le entraba. Luego en el dedo como anillo y le quedaba gigante. Me miró entonces anonadada y si fuera un comic (expresión no le falta) el globito de dialogo hubiera dicho: “Mamá, para qué carajo quiero esto?”.
Vengo haciendo dieta hace ya cuatro meses y si bien el camino es largo, tedioso, molesto y a veces muy aburrido los resultados me gustan y me gratifican. Al final, tantos años de profundidad complicada tirados a la mierda, me gusta la liviandad y en más de un sentido. Debo entonces buscar distracciones aunque sean banales para llegar a buen puerto. Ya que la balanza es numéricamente implacable, los números son buenos amigos a la hora de premios pelotudos. Por ejemplo, llegar a los 10 kilos menos fue todo un hito. Me dispuse entonces a festejar los 15. Comprándome botas, como corresponde. Los controles son semanales. Un control daba menos 14 y algo y no me daba la ansiedad para llegar a la próxima semana. Y de ahí a la zapatería. Pues bien, al otro control, no eran 15. Eran menos 16 y algo. Puta madre.
Lleno está el mundo de frases hechas y dichas hasta el cansancio que te adivirten sobre las limitaciones humanas: No hay que pedirle peras al olmo, la culpa no el del chancho, el hombre propone y Dios dispone, etc. Yo puedo agregar una de cosecha propia: Lo que vale es la intención, PERO CON ESO NO ALCANZA!
Es la vida al final, que no deja de darnos lecciones o de reírse de uno a carcajadas estruendosas. Y bueno, joderse, a esta altura del campeonato ya debería saber yo que las cosas no siempre pasan como uno quiere y que de las que pasan, algunas no nos sirven ni para anillo ni para pulsera.
MINIMAS: La intro.
Cumplimos más de un año aquí. Y haciendo el balance pertinente, hemos escrito menos de lo que deseábamos, nos han leído mucho más de lo que soñábamos y nos sentimos muy gratamente sorprendidos por el verdadero valor de realizar esta tarea.
En plural hablo porque hemos sido, y releyendo los textos no tengo ninguna duda, varias las yo que han pasado por este lugar. No les endilgo a los lectores nada de lo ocurrido. El fardo me lo cargo sola, que me sobra espalda y páginas en blanco. Y por otro lado, que culpa tienen, bastante que leen…
De paso y por qué no, dos firmes propósitos para este año “lectivo” que empieza a pura pluma y cachetazo: Escribir más. Y escribir menos.
Escribir con más asiduidad, porque se me antoja y para ejercicio y sanidad, y escribir con menos palabras por post. Para que el más se posible, es necesario el menos. Como para seguir con la dicotomía que nos hace compañía y alimenta la escritura.
Será un tiempo entonces de menos con "M de" y de más "Mínimas" sobre cualquier cosa y porque si.
Vamos con textos cortos entonces. Voy yo, a Ustedes nadie los obliga. Ahora, por las dudas, bienvenidos otra vez y espero que lo disfruten.