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textos que en algún lado tenía que poner.

jueves, 31 de diciembre de 2009

El último: Cortito y al pie (a mis).


Último día del año. Hay sol y es temprano. Suena el despertador porque trabajo medio día. No me molesta para nada trabajar, ahora, al próximo que me diga la frase esa de que el que es jefe no trabaja lo cago a trompadas.

Apuré el baño y el desayuno en silencio para no despertar a la familia. En la cocina los olores de la comida para la noche vieja que se apura más que mi baño y mi desayuno. Son raros los olores de la cocina por la mañana. A veces me pregunto si son los olores que van a recordar mis hijas cuando crezcan. Y uso mucha canela y mucho jengibre para que la nostalgia sea rica.


Me vestí con lo primero que encontré (Ventajas de tener el 90% del guardarropas color negro), anteojos de sol gigantes, con la esperanza de que tapen más que los ojos.
Espié a las nenas, la menor llena de Caladryl porque ayer se la comieron los mosquitos. La mayor muy mayor. Besé a mi amor en los labios, me respondió el beso dormido, casi como un reflejo conocido. Yo no puedo vivir sin esos besos. Quien lo hubiera dicho.

Caminé casi una cuadra con el año en los hombros. Ayer no me pesaba tanto, pero hoy es 31. Año de mierda pensaba, así, como una sensación que me envuelve. 20 kilos menos y me siento pesada. Me jodo, la ironía a veces se te vuelve en contra. Y tengo además la idea de que no tengo derecho a la queja. Me chupa un huevo, si querés llorar llorá dice Moria. Y yo digo que lo que tiene que doler es mejor que duela, sino después se enquista.


La ciudad estaba bastante despierta. No tengo muchos momentos de soledad, así que los disfruto. Ensimismada. Con el pelo mojado. Dejando que el calor de la mañana me de de lleno en la cara (y a la mierda el cáncer de piel, que tampoco es para tanto, que son las 8 de la mañana).

Ya había cola en la carnicería, se mezclan las bolsas de hacer las compras rayadas con los changuitos súper top que se pusieron de moda. Las cuadras que camino están llenas de talleres mecánicos y comercios. Llegando al final de la cuadra me quita de mi propio encierro un grito: Ey! Te puedo hacer una pregunta?.

Miro, si, era para mí. Un pibe que no podría ser mi hijo pero casi, desde una camioneta de fletes, parada en la cola del semáforo en la mitad de la avenida. Una gorra con visera y ojos con chispa, el brazo acodado en V sobre la ventana de la camioneta y la cabeza apoyada sobre el brazo.


Yo no había emitido palabra desde que me levanté. Igual nací con megáfono, así que abrí la garganta y respondí, claro y fuerte: Si!, decime. Y pensaba que todos los que íbamos a trabajar hoy por la mañana compartíamos un secreto.

Me responde: Ayudame!, conocés la calle Te Amo?. Y le explota la sonrisa de dientes.


Me sonrío y me sonrojo. Yo no me sonrojo fácil. Pero tengo la guardia baja. Mientras, como en una escena de una película barata el señor gordo y el señor petiso de pelo blanco de la gomería que saludo todas las mañanas estallan en un aplauso. Se suma el señor de la estación de servicio de la esquina que según mis cálculos vive ahí, o trabaja 24 x 7, que es lo mismo.


Arranca la camioneta, el de la estación de servicio vuelve a su silla, los de la gomería al mate. Sigo caminando.


No es mágico. Pero casi. Ahora falta terminar el día, abrazar a los que quiero. Y empezar el año. No me creo que cambie nada cuando el 31 de paso al 1ero. Pero reconozco que se genera la sensación de que se gana tiempo. Hoy no queda nada, pero a partir de mañana son 365 días para curar las heridas y para amar más.


Pero yo ya tomé una decisión. Mi año terminó hoy a las 8.15 de la mañana. Con aplauso y todo.


Buena vida a todos y un año después, gracias, muchas gracias, tantas gracias, por leer.

martes, 22 de diciembre de 2009

Acabemos con esto! (Que tenemos que volver a empezar).


Cuando llega fin de año además de todo lo que todos hacemos: Comer, comprar, desesperar, volver a empezar, evaluar, rendir, correr, yo además celebro aniversario de casados.

Esa celebración suma a la toma de conciencia del paso del tiempo. Y cuando me estoy por recuperar ahí, un rato después de los malditos fuegos artificiales del 31 cumple años mi hija mayor. Que es pequeña aún. Pero cada vez menos. Encima porta un cuerpo que la aleja de su edad. Tiene fiebre, mi marido se quedó con ella, me escribe desesperado para decirme, no que tiene 39, sino que tiene pelitos abajo de los brazos. La nena tiene musculosa hace 10 días y hace 20 que se lo dije, pero no, el tipo elimina lo que no puede procesar. Y le puso el termómetro y se chocó con la realidad. Cuando se indisponga lo internamos.


Un ratito después cumplo años yo. Hace años que no me acuerdo cuántos años tengo. Pero no es falta de compromiso con la adultez eh. Es que cuando parí a la mayor nació con unos problemas, se quedó internada, nosotros volvimos a casa y yo pase mi cumple entre terapia intensiva, el sacaleche y mi departamento sin bebe. Entonces como que perdí un año. Si me preguntan rápido me pierdo, dudo entre un año más o un año menos. Igual con esfuerzo lo saco, sólo tengo que concentrarme.

Después se me aparecen señales inequívocas que me causan mucha gracia. Porque si hay algo que nadie me puede negar es la gran capacidad que tengo para reírme de mi misma. Por ejemplo, estaba por salir el otro día y recordé que antes nunca salía de noche sin llevar los lentes de sol. No porque me los pusiera para ir a bailar, nunca fui tan boluda, sino porque los usaba a la mañana. Cuando volvía a casa. Por respeto a mis ojos y a todos los que se cruzaran conmigo. Ese recuerdo me hizo estallar en carcajadas. Sola. Y no logré recordar cuándo había sido la última vez que había salido con lentes de sol. No es añoranza. Es anecdotario.

Así que en los últimos días del año, mientras estoy comiendo, comprando, desesperando, volviendo a empezar, evaluando, rindiendo, corriendo, celebrando aniversario de bodas, pensando en el cumpleaños de la mayor y en el mío propio, respiro y con el último suspiro anuncio que la verdad verdadera es que tanto no me jode el paso del tiempo. Será que voy al trotecito rápido y acompaño lo que me dejan acompañar intentando no perder el ritmo. No sea cosa que se me enfríe el sudor.

El cuero es más duro y el corazón es más blando. Ironías de la vida, soporto mucho mejor las tormentas pero las heridas, muchas menos que antes, duelen mucho más. Me estaré poniendo sensible? Qué horror!


Mejor no me le animo al balance, lo dejo para el 31. No se si el saldo es positivo, pero agradezco tanto todo. Y realista como soy diré que si bien nunca veo el vaso medio vacío no significa eso que lo vea siempre lleno. Hay momentos, y diciembres, en los que me conformo con ver el vaso.


Sobre todo porque sino no puedo brindar...

Chin chin.
Y a otra cosa mariposa.

Cenizas quedan... (Esperemos que no muchas más)


Ya se había muerto Mamama. Luego, murió Mema. La otra abuela. Ahora no tengo más. No es tan dramático, digo, no se si tengo edad de tener abuelas.

Como ya he dicho en otras oportunidades, para humor negro mi familia es lo más. Igual negro es para afuera, para adentro tiene luz. Para negro mi ropa, el resto clarísimo.


Decía, sin terminar de vaciar los muebles de la casa de la abuela materna agarra y se muere la paterna. Lo bueno es que ya teníamos cinerario cerca.
(Y la logística clara, y contactos con la funeraría, y hasta casi precio promocional por el uso pero ese es otro tema).

Partimos entonces la familia unita, con los nenes incluidos, el día correspondiente, con la urna bajo el brazo, a llevar a Mema a rejuntarse con Mamama y con la Tía Tita.


Llegamos y como lo nuestro siempre es completito, se había muerto uno de los curas más viejitos de la Parroquia. Así que no sólo había urnas en el altar, sino que además estaba el cajón en la mitad de la nave de la Parroquia. Misa de cuerpo presente. Los curas llorando a su compañero muerto. Fellini nunca soño nada ni parecido.


Entramos en fila india. Los curas formados a un costado para entrar. Clima de velorio pero en paz. Mi padre se funde en un abrazo con uno de los curitas más jóvenes, compañero de facultad, y mientras el cura principal me hace señas con la mano para que me acerque. Todos los feligreses espectantes. Voy intrigada y me dice, en voz baja: Y ahora a quién traen? Y señala la urna. Ah! A mi abuela digo. Y me responde, desorbitado: Pero no la trajeron hace un mes?? La otra padre, la otra. Y por las dudas no me preguntó nada más.


Luego de esa conversación que merece un post aparte, transcurrió la misa rápido, ocupada estaba yo en hacer callar a la mayor que lo único que quería saber era si podía acercarse a ver al muerto. Cuando lo logró llegó a la conclusión de que parecía un muñeco de cera. Bastante razón tenía. Y como primer encuentro con un cadaver no puedo pedir más. Cero trauma, clima de paz y de Fe.


Después otra vez la ceremonia de las cenizas, como un déjà vu. Y ya al partir, sin más abuelas que entregar, cuando el Párroco me saluda le digo: Bueno, espero que no se nos haga costumbre. Y me miró raro.


Me parece que no era momento aún para hacer un chiste.


Y bueno, cada uno hace lo que puede con lo que tiene. Yo lo llevo a misa. No está tan mal. Sobre todo para estas fechas.