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textos que en algún lado tenía que poner.

martes, 19 de agosto de 2008

M de Mujer: Fotografiada.


Con esto de las redes sociales, mucho facebook, mucho linkedin y mucha vida virtual, lo cierto es que uno revuelve el pasado, se reencuentra con gente que no sabe si de verdad le importa a uno o si uno le importa a esa gente, y por sobre todo, empieza a ver fotos. Fotos viejas. De uno cuando era joven.

Sostengo entonces firmemente que esto de que todo tiempo pasado fue mejor es una mentira. Miro las fotos que subí yo misma y las que subieron otros. Me miro. Y creo realmente que ahora estoy mejor.


Me surgen algunas dudas del por qué (Esa maldita costumbre con la que convivo de no satisfacerme con lo que hay y punto. Siempre tengo que ir un poco más allá. No se por qué no me dejo de joder).

Me pregunto entonces, por qué aparentemente no me molesta el paso del tiempo y me veo mejor ahora?


1. Será que como dice mi amigo Maxi nos sienta bien el paso del tiempo en general? Será como dice mi amigo Tepen que hemos encarado bien el crecimiento (Igual el se refería a un ex nena de chiquititas que ahora sale medio en bolas en la revista Caras, no a mi).


2. Será que por más onda que le ponga el jumper de la secundaria no me quedaba como le queda ahora a Adabel Guerrero antes de enroscarse en el caño de Tinelli?


3. Será acaso que el vestido bobo no le va a quedar bien a nadie nunca, y menos a mí en la década del 80?

4. Será que estoy lo suficientemente grande como para que no me jodan las patas de gallo y no estoy aún lo suficientemente grande como para añorar el tiempo en que no sabía ni lo que eran?

5. Será un mecanismo de defensa como para que el ser humano no se suicide al cumplir los 30?


6. Será que las mujeres vamos mejorando como el buen vino con el paso de la años? (Antes de avinagrarse, claro).


7. Será que me atraen más las arrugas (con prudencia, claro) que la cara de imberbe que me acompañó en el pasado.

Muchos podrán alegrar que es un problema de autoestima, de exceso digo. Pero en mi defensa diré que también veo mejor a los demás. A los que me caen bien y a los que no, aclaro antes de que alguien esgrima al cariño como excusa. Hay excepciones, pero son las menos.

Que el tiempo pasa y que nos vamos poniendo viejos es algo obvio. Pero aguanten las ojeras, las estrías y las calvas incipientes, que al final, mientras escribo noto, que lo que más me atrae del ahora es que si bien no quedan muchas cosas realmente en su lugar, se perfectamente lo que quiero hacer con todas. (O queridas amigas, solo para citar un ejemplo, me van a decir que cuando tenían las tetas en el cuello sabían todo lo que ahora saben que pueden hacer con ellas?)

El tiempo pasa y nos vamos poniendo sabios. Y las fotos, increíblemente, reflejan ese pasaje. Por las dudas, fotografío el presente. Y guardo las fotos. Tal vez las necesite en algún momento para seguir adelante.

miércoles, 13 de agosto de 2008

M de MUY MALHUMORADA


Un minuto de atención, teniendo en cuenta que:

1. Tengo 34 años. No 20. No 17. No 15. Tengo 34, en camino raudo a los 35. De juvenil nada.
2. La vida amorosa de la Tota Santillan me importa tres carajos. Pero no me fui del país.
3. Como mucho. Pero no como chocolate ni cosas fritas en demasía.
4. El Indec asegura que la inflación es del 0.4%. Y no me descompuse de la risa.
5. Tengo relaciones sexuales con mucha frecuencia. Mucha.
6. Tengo un marido, dos hijas, una gato y una empresa. Y estoy viva y casi cuerda.
7. Gasto mucho dinero en cremas y cosméticos de calidad. Y no tengo la piel particularmente grasa.

Decía, teniendo en cuenta todos los puntos antes expuestos, alguien me puede explicar por qué hace tres días que tengo una especie de grano enorme y desagradable al lado de mi nariz (Que de por si ella solita ya tiene un tamaño importante)???

Enorme. Hinchado. Doloroso. Rojo.

No es justo. No lo es.

domingo, 10 de agosto de 2008

M de Madre: Sobreviviente.


Yo ya odiaba las vacaciones de invierno. Nunca me gustaron. Tanto niño suelto y excitado, tanto padre malhumorado… No son para mi.

Durante las vacaciones de invierno a mi me acontece un ahorro involuntario, porque ni borracha voy al shopping. Eso antes de tener hijos claro, ahora en realidad hay que ahorrar todo el año para poder comprar un jugo a 10 veces su precio habitual en la obra de teatro para la que de casualidad conseguiste entrada, pero atrás de una columna, que te costo como su fuera un palco presidencial y que de todos modo no era la obra que querían ver tus hijos.


Si en tu adolescencia fuiste un jugador de tetris compulsivo capaz ahora podes organizar la agenda de tus hijos (De la tuya olvidate). Porque da la casualidad de que ni vos ni tus padres (los abuelos que también trabajan) tienen vacaciones. Pero la niñera capaz si. Y las actividades extracurriculares con las que contas para mermar las energías de las criaturas también. No hay danzas. No hay fútbol. No hay arte. No hay nada. Bueno, si, hay niños que duermen hasta tarde, se acuestan después que vos y buscan peligrosamente actividades para entretenerse. Como cambiarle las pilas a todos los controles remoto de la casa, ver cuánto de tu perfume importado sale si aprieta sin parar o comprobar si el gato come polenta. Cruda.


Este año además hemos tenido una prueba extra: Conseguir un espectáculo infantil digno que no estuviera protagonizado por una de las participantes de Bailando x un sueño. La vieron a Nazarena, en bolas claro, charlando con voz de tarada con un robot pasado de moda? Es durísimo.


Ahora, el día antes, ya con la mochila preparada, el uniforme listo y le nena agotada de tanta actividad vacacional, podemos decir que una vez más, hemos sobrevivido. Me siento sin embargo como si hubiera participado en el Iron man. Y hubiera salido última.

Madres argentinas, buen comienzo de clases. Para algunas cuestiones, nada mejor que la rutina. Je.

martes, 5 de agosto de 2008

M de Mujer: Castradora!!


Navidad le debía el nombre al día en que llegó a casa. Se instaló por decisión propia. Y nos adoptó. Sin consultarnos. Era una gata hermosa, blanca. Navidad hacía cosas de gato: Se iba sin avisar y volvía sin preguntar (Tengo amigas que tienen novios así, pero con menos glamour que el que tenía Navidad). Se refregaba contra cualquier cosa que tuviera más o menos calor cuando requería un mimo, maullaba cuando quería entrar, así como indignada.

Navidad es una de los quichicientos gatos que vivieron en la casa de mis padres. Con esa impronta, y con esa experiencia, me pareció bueno tener un gatito para que mi hija supiera lo que era tener una mascota. Queríamos algo intermedio entre un pez (Para eso mejor una de esas lámparas chinas que tienen peces de plástico adentro y que las enchufás cuando querés) y un perro, que iba a requerir de todo el cuidado que nosotros no lo podemos dar porque laburamos todo el día. Un gato era ideal. Son las nenas lo único que hemos logrado mantener con vida, se nos mueren hasta los cactus, así que era todo un desafío.


Mi marido nunca tuvo gato, no estaba muy convencido.

Un amigo (el de sex & the city) tiene a su vez un amigo que tiene gatos que tienen gatitos y los regala. Le pedimos uno, nos preguntó si no queríamos dos, le dijimos que no, y llegó Suárez a casa. Un siamés.

Le puse Suárez porque es mi apellido. Para ponerles mi apellido a mis hijas la ley necesitaba la aprobación de mi marido. Para ponérselo al gato no tenía que pedirle permiso a nadie, así que me di el gusto.


Suárez es divino. Un pelo... Tiene los ojos color de mar. Hermoso. Esbelto. Señorial. Muy inteligente. Bah, un turro como todos los siameses. Y como todos los siameses, está más loco que una cabra loca, sólo que nadie nos avisó.


Anoten, los siameses no son gatos. Son otra cosa.


Algunas de las perlitas de Suárez: Te acecha atrás de la puerta para saltarte a la pierna como si fuera lo último que va a hacer en su vida, grita como un loco al lado de la puerta de nuestra habitación a las 4 de la mañana. Pero no quiere entrar, quiere que nos levantemos. Suárez corre 6 metros salta y tira un sillón al demonio. Por lo menos una vez por día. El tipo decidió que mejor toma agua de la pileta del baño, come de la mesa en la que comemos todos, tira con su manito mi pincita de la mesa de luz, sólo eso, mi pincita! (Que es tan vital como el aire que respiro). Suárez para festejar la navidad bajó veloz la escalera, rebotó en una silla y se tiro de llenó (con las garras afuera) en el medio del arbolito de Navidad. Con las lucecitas prendidas y todo.


Empezó entonces nuestra batalla diaria para educarlo. Yo quería directamente matarlo (Me gustan las soluciones rápidas y radicales) pero la verdad es que ya le había tomado cierto cariño (Me atrae la gente complicada). Pero el problema real era mi marido, el que estaba reticente a sumarlo a la familia. Lo ama. Está enamorado del loco de mierda este. El gato se acomoda en mi cama, boca arriba, recostado contra mi marido. Mi marido le pasa el brazo por los hombros. Y nunca lo escuché quejarse del síndrome del amante.
Mi marido, la estrella de rock, agarra al gatito y le dice “papito” mientras le da besos. Un asco.

Empezó nuestra batalla decía, pero desde el inicio supe que era una batalla perdida. El bicho este hace lo que quiere. Y si tiene dudas lo tiene a mi consorte como para reafirmar su reinado en el grupo familiar.


Se presentaron sin embargo dos soluciones prometedoras para atenuar el drama. La primera es que según parece, no hay nada mejor para un siamés que otro siamés. Me da pavura la sola idea de tener dos de estos cosos en casa. Temo que se confabulen contra nosotros, y no me extrañaría encontrarme un día durmiendo en el lavadero mientras ellos se estiran en mi sommier. Le comentamos a nuestra hija mayor la idea y nos respondió: “Va a ser duro”. La chica es hija mía, y además, los niños son sabios. Conclusión, ni en pedo.


La otra solución, bastante obvia, es castrarlo. Castrarlo con la esperanza de que se convierta en una señora gorda. En un almohadón con patas. Un paraíso. Yo pregunté si además se le podía hacer una lobotomía, pero la veterinaria, que después de todo ama a los animales, me miró mal.


Mi marido está deprimido. Mi padre que es del campo, me espetó en la cara: “Por que no lo capás a tu marido y dejás en paz al gato”. (El hombre nuca pierde oportunidad, recuerden que es el mismo que dice que cuando mi esposo está de viaje yo estoy viuda).


De todos modos, y a pesar de todos, ya tenemos fecha. Tengo una emoción. Es un horizonte. Mientras, a diario, lo miro a mi marido, que a su vez mira al gato como si hubiera fallecido y sólo mirara su recuerdo, y le digo, no ya para levantarle el ánimo, sino para dimensionar la cuestión: Corazón tranquilo, que a vos no te van a cortar nada.

El por las dudas, ya se pidió el día en el trabajo. Ya me voy agendando yo que me voy a tener que tomar el día siguiente. Para contenerlos a los dos. Al fin y al cabo, la castradora soy yo.