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textos que en algún lado tenía que poner.

jueves, 29 de octubre de 2009

TIRANDO Y TIRONEANDO (me).


Llegó el pedido del Supermercado. Compro on line creyéndome que gasto menos porque no me tiento. Mentira. Pero por lo menos las bolsas y las botellas las suben los chicos del Super. Y además casi nunca tengo tiempo así que ya es así. Es por esto que, no sin cierto asombro, hemos llegado a la conclusión de que cuando la menor anda por la casa metiendo cosas en su changuito de plástico juega al cartonero, no al Super. Y bueno, es lo que hay. Señal de los tiempos de que corren.

Llegó el pedido del Super decía, y empecé a guardar las cosas. Cuando la gente ve nuestro pedido puede sospechar que se viene la tercera guerra y estamos aprovisionándonos. Pero no, es cuestión de practicidad. Sino me paso la vida yendo al chino. Igual me paso la vida yendo al chino. No veo la hora de que la mayor crezca para mandarla a ella.

Ufa, volvemos, llegó el pedido del Super, empecé a guardar las cosas y como siempre, cada bolsa que se liberaba iba apretujada en lapuertadelmuebledelacocinaqueadentrotieneuncosoenormeparaponermuchasbolsasvacias, puff. De repente, en uno de esos raros momentos de iluminación, noté que ni en 10 vidas iba a poder usar la cantidad de bolsas que guardaba. Y encima el medio ambiente. No soy una chica verde, pero tengo sentido común. Tiré las bolsas recién llegadas, tiré además una porción importante de las bolsas de lapuertadelmuebleetc,etc,etc y me aboqué a la reflexión. Maldita cabeza, si agarró al que me la puso sobre los hombros lo cago a trompadas. No alcanzaba con tirar las bolsas y punto?

Como soy muy torpe soy muy desprendida. Tal vez a simple vista esto no parece tener relación, sin embargo, es lineal. Como, por ejemplo, tarde o temprano voy a romper esa copa que tanto me gusta, primero no me apego, y segundo la uso y la uso y la disfruto cada vez (como a mi marido, sólo que a el espero no romperlo).

Puedo vivir entonces con un par de zapatos o con cien. Con cien mejor, obvio, pero no sufro. Regalo todo. Disfruto todo. No voy cargada. Por supuesto que hay cosas, porque de eso estamos hablando, de cosas, que tienen para mi algún valor sentimental. Y esas cosas son lógicamente caras a mis afectos, sin embargo, tampoco las padezco. Si se van las cosas me queda el sentimiento que vale más y en líneas generales no se ensucia.

He notado sin embargo que, como un lastre obsesivo, hay ciertos objetos que no puedo tirar. No me desprendo. Como antes con las bolsas.

No soporto que quede ensalada. La ensalada no sobrevive al otro día. La ensalada vieja no sirve. Muchas veces queda e igual la guardo, sólo para tirarla al día siguiente. Tal vez espero que, como un milagro del duende de las ensaladas o del duende de las heladeras al otro día la zanahoria esté rozagante. Nunca ocurre. Será porque odio a los duendes?

Me cuesta mucho también tirar los tarros vacíos. Los de dulce. Los de café. Los de miel. Los de Aceitunas. Los de sardinas. Los de champiñones. Es que uno nunca sabe lo que tendrá que envasar. Se acumulan de una manera los frascos en casa. Creo que no es necesario aclarar que en mi puta vida hice una puta conserva.

Me resulta prácticamente imposible desprenderme de un aro que ha perdido su par. O de una media que ha perdido la igual. Es que se, lo se, que si tiro el aro o la media casi instantáneamente aparecerá la extraviada. Ni siquiera necesito comprobarlo. Lo se.

No puedo tirar las macetas del balcón. Pero debería. Estaban cuando llegué, rápidamente se murió lo que crecía. Y siguen ahí. Como un testigo silencioso, y seco, de nuestra incapacidad para mantener vivo a un vegetal. Por qué no las tiro? Eh?

Tengo un cajón en el lavadero lleno de argollas de cortina. Cuando digo lleno es lleno. Los barrales de toda la casa venían con argollas que no usamos. Luego, cuando nos mudamos, había una caja llena de argollas (Se ve que la gente usaba el mismo tipo de cortinas que nosotros, es decir, sin argollas). Y las junté claro. Y viven ahí, creo, o por lo menos ahí estaba la última vez que abrí ese cajón. Hace casi tres años.

Me enoja tirar lo 2cm de gaseosa que quedan en la botella. Que nadie va a tomar porque no tiene gas. No lo tiro y encima si alguien lo llega a juntar con una gaseosa buena me enojo más. Ahí si me apuro y me deshago el restito de Coca Light. A quién se le ocurre que es mejor una gaseosa mediocre que una buena y una mala aunque más chicas? Tira la mala y tomate la buena. Trasladalo al sexo y vas a ver que tengo razón.

Como me llevo puesta y eso incluye la locura, en la oficina guardo sin parar hojas borrador. Ya no se en dónde ponerlas. Y no podría gastarlas nunca, aunque pusiera una adentro de cada bolsa. Je.

Será que puedo regalarte hasta la cortina del baño (Y eso que pienso que es lo primero que debe tener una casa, porque sino el enchastre…) pero me guardo algunas cosas. Y profundizando puedo notar que junto con los frascos, la lechuga mustia y el aro solitario debo llevar conmigo cuestiones más pesadas. Me sospecho portadora de algún viejo rencor, un miedo tapado, una angustia solitaria…

Ta que los parió. Y yo que estaba contenta porque estaba tirando las bolsas…

lunes, 12 de octubre de 2009

Manejar manejo, pero no autos (1/3)


NOTA DEL AUTOR: Post publicado en la revista on line Mujeres al Volante - Dietrich (Primera de tres entregas).

“Andá a lavar los platos” se escuchó en el medio de la avenida. Sin embargo, algo hacía ruido en la frase. La voz era femenina. La que gritaba era mi mejor amiga, al volante. El destinatario era un hombre también al volante aunque nunca tendría que haber tenido acceso ni al de los autitos chocadores.

La situación generó sonrisas. No en mi amiga, claro. La tipa es una de las personas (Dije personas, estoy englobando a ambos sexos) que mejor maneja en el mundo (Mejor maneja no significa que maneja lento, ni que maneja como un hombre, significa que maneja bien).

Tanta aclaración se debe a que mucho se ha escrito, y mucho más se dice a diario, sobre las diferencias entre los conductores hombres y las conductoras mujeres. Lugares comunes y frases hechas. Pero dan para el chiste.

Vamos entonces, haciendo gala de la misma discriminación que sufrimos a menudo, a enumerar algunas de las diferencias:

• Los hombres se enamoran de su auto. Las mujeres usan el auto que tengan a mano. Algunas a lo sumo se enamoran del auto del marido en lugar de enamorarse del marido, pero eso es otro tema.

• Los hombres mantienen las piezas originales de sus autos. Si tienen que buscar un repuesto son capaces de recorrer el país de punta a punta. Las mujeres los personalizan. Calcos, llaveritos, olores, fotos, rosario. Y no tunean el del novio porque tienen instinto de supervivencia, porque sino…

• Los hombres hacen un estudio de mercado antes de comprar un auto. Aunque finalmente compren uno usado con 25 años encima y con el cuenta kilómetros gastado. Las mujeres miran la economía familiar. Si el dinero no es una traba, miran que tenga formita redonda y por sobre todo, miran el color.

• Los hombres odian los autos familiares. Muchas mujeres también, pero son capaces de comprender la diferencia entre 3 chicos en un convertible y 3 chicos con su cinto de seguridad en un vehículo familiar.

• Los hombres odian que las mujeres manejen. Las mujeres odian que los hombres odien que ellas manejen.

Podríamos seguir por varios puntos más, pero cambiando de registro, sostenemos que suponer que todas las mujeres manejamos mal es como suponer que todos los hombres manejan bien. Ambos son razonamientos falaces. Y sobran pruebas.

Por ejemplo, he ido yo misma a hacer el curso de manejo en dos oportunidades. La primera me embaracé y mis nauseas y yo aborrecíamos profundamente a a la humanidad toda y eso incluía al instructor. Y lo dejé. La segunda, nos robaron el auto y me enoje. Y lo dejé. Los cursos de manejo y yo merecemos un texto aparte, créanme.

Estoy notando que no muevo la aguja de la estadística porque no manejo ni mal ni bien. No manejo. Prometo volver a intentarlo únicamente para poder relatar la experiencia.

Ahora, mientras, y que les quede bien claro, ni pienso irme a lavar los platos.