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textos que en algún lado tenía que poner.

martes, 28 de octubre de 2008

M de Mañanero.


Si bien no soy precisamente un solcito tengo ciertas bondades, como todos, que hacen que la convivencia conmigo sea, por lo menos, llevadera.

Voy por la vida con un humor ácido constante, hablo a los gritos, hasta por los codos y hasta con las piedras. Me río fuerte, soy buena compañera para las penas y para la diversión, tengo una charla amplia y razonablemente interesante, soy un tanto escandalosa, brutalmente honesta, considerablemente juguetona y extremadamente útil para resolver crisis y conflictos (más ajenos que propio, obvio). En fin, un paquete un tanto llamativo pero divertido y hasta cariñoso.

Ahora, el racimo de virtudes desaparece a la mañana. Cuando me despierto odio al mundo y el mundo me odia. Profundamente en ambos casos.

Mi humor mañanero es deleznable, como si el mal aliento matinal de todos los mortales hubiera hecho metástasis en todo mi organismo. Tengo que admitir que de todos modos, una vez que arranco ya está. Es que no es que me guste dormir exactamente. Pero no me gusta acostarme, me acuesto tarde, muy tarde, y sobre todo no me gusta levantarme. Nunca me gustó.

De pequeña jugaba incluso a ver las letras cuando mi mamá ya me había apagado la luz. Divino el astigmatismo actual, pero bueno, quién puede asegurar que sea por eso… De más grande el colegio fue una tortura. Recuerdo haberme puesto el uniforme adentro de la cama (Se ve que a mi madre ya no le quedaban fuerzas para seguir educándome a esas alturas, o a esas horas…). Tan temprano entraba al colegio, teníamos “pre hora”. Pedazo de brutos literales, así le había puesto. Que poco marketing. Por lo pronto era “pre” a mi tiempo de despertarme. Eso ocurría entrada la mañana, incluso a veces hasta me peinaba para festejar el acontecimiento.


Luego la Facultad. En San Telmo. Una hora y media para ir, una hora y media para volver. Si no hubiera sido porque no me alcanzaban las horas de año para estudiar podría haber escrito un libro. O varios. “Mi vida en el 130”, “Nacer, crecer y morir en el 130”, “La fauna del 130”. Y varios más. Sabía quien se bajaba, quien se subía, quien se había comprado zapatos nuevos o se había depilado las cejas. En el 130 me pintaba las uñas, estudiaba, escribía, desayunaba, y claro dormía.

Luego la vida en general y justo cuando la cosa se había acomodado y mi empresita ya estaba lista como para poder empezar el día sin mí, ahí nomas agarro y tengo hijos. Porque nadie me puede acusar de poco osada. Un poco masoquista, pero cobarde no. Y entonces, arrancamos el colegio. Actualmente nos levantamos a las 6.30. Hasta el gato se levanta a esa hora. Y si nos quedamos dormidos nos rasca histéricamente la puerta (Como si yo necesitara un motivo más para detestar el inicio del día).

Los despertadores me resultan inhumanos, así que nos despierta la radio. Una vez mi marido sin querer movió el dial y se me mezclo en el entresueño la voz de Laje. Día perdido. Imposible de remontar.


Ahora que lo pienso, tengo que sumar a la historia que justo cuando yo ya había decidido que si mi pareja me amaba me tenía que soportar así y se acabó, y que ya iba yo a ceder otras cosas, pero eso no, ahí llega la venganza de los dioses, y nos nace una criatura que se despierta cantando. Es que a uno le dicen que por los hijos se dejan de lado ciertas cosas, que uno se sacrifica, que se relega. Si, si, todo muy bonito, yo no tengo drama, un riñón les doy si es necesario, pero nadie me avisó sobre el innegable hecho de que tenía que superar el mal humor matutino.

Así que acá estamos, levantándonos tan temprano que no lo puedo ni repetir. Mi marido se levanta y así, en bolas y dormido, lo primero que hace es prender la cafetera. Es que el tipo es sabio, y a fuerza de un café negro grande y express que me sirve todas las mañana me mantiene al menos neutralizada. Y sobrevivimos como en los grupos de autoayuda: “Una mañana a la vez”.

Y para los que están acá por el título, y antes de que me acusen de hacer proselitismo engañoso para difundir mi post, no tengo empacho en decir que para ESE tipo de mañanero no tengo problema alguno. Nunca.

Es lógico, porque además de otros muchos beneficios que no negaré, después de todo se trata de quedarse un rato más en la cama.

miércoles, 22 de octubre de 2008

M de me fui igual.


Hace un año y medio yo estaba embarazada y conflictuada. Actualmente embarazada no estoy. Lo otro lo dejamos ahí. A continuación, unas líneas de esa época, y una humilde prueba de que lo mio no es de ahora.

Pobre hija. Me olvidé de la reunión de padres. Es que me mudé en diciembre, me embarace ese mismo mes y recién ahora se fueron las nauseas. Ya casi me siento una persona. Capaz hasta puedo terminar de desembalar.

El fin de semana la niña se engripó, el lunes no fue al jardín. Y yo ya estoy como mi abuela M, la que tiene alzheimer, si me sacan de la rutina me pierdo. Y el martes no fui a la reunión. Mi marido también se olvidó (para empezar hace dos meses que hasta cocina, entre tantas otras cosas).


Cuando la nena volvió lo primero que noté es que la había mandando sin mantel. Me vio la cara de culpa, pobre hija, y me dijo: Pero comí arriba de la servilleta mamá, todo bien. Y se fue a paso de Polka (Es lo que está practicando en danzas) a terminar de ver "El Cadáver de la novia" (Son mis genes, la nena tiene humor negro declarado).


Luego saqué de la mochila el informe y me inundó la realidad. Me había olvidadoooooo. Le mande un sms al padre, como para no sentirme mal yo sola (En las buenas y en las malas dijo el cura). Luego leí el informe esperando encontrar algo que me hiciera pensar que la criatura se lo merecía, pero no. Un lujo, como siempre.

Después abrí el cuadernito y me enteré de que la nena baila en el acto del 25 el Carnavalito. Y ahí nomás empieza otro tema: Mi esposo viaja seguido por laburo. La empresa, por primera vez me paga un viaje a mí (al caribe) y ahí voy, una semanita. La primera vez que la dejamos a nuestra hija de 5 años una semana. Adivinen cual. SI! la del 30, la del acto, Pregunto yo, en que cabeza cabe festejar el 25 de Mayo el 30?? Eh??. Otra vez la culpa (Sospecho que en las doradas playas de Puerto Rico se me van a ir).

Me quedé mirando el cuaderno y hasta se me fue la alegría por haber conseguido la VISA para viajar (Puerto Rico es un estado asociado a EE.UU). Decía se me fue la alegría, y eso que fueron varias horas para demostrar que no era una inmigrante ilegal. Que cosa che.

Mientras sostenía el cuaderno como si fuera una sentencia de muerte volvió mi hija y me dijo, mientras se iba (otra vez a paso de Polka) a su cuarto: La panza está enorme! cuando nazca se lo llevamos a E. (E es la abuela, no sabemos si se lo quiere regalar o si sencillamente no nos ve preparados para mantener vivo al hermanito).

Bueno, en lo que a mi respecta, coordinaré con la seño para ir a verla en la semana. Y arreglare con las abuelas y los tíos para que esa semana la nena tenga una especie de comité de contención durante el acto.

Mientras, me voy a retomar el curso de manejo que dejé cuando apenas lo había empezado, ahí, cuando los vómitos me impedían ver si iba de mano o no. De todos modos... nos robaron el auto.... pero eso, estoy segura, eso es tema para otro post…

lunes, 20 de octubre de 2008

M de Madre yo.

Un día después del día de la madre, con la resaca alimenticia y el jet lag del cambio de horario (A quién se le ocurrió que un buen regalo para el día de la madre era una hora menos de sueño, ta que los parió), pensaba en cómo había llegado yo a este lugar. Al del día de la madre digo.

Mi marido se había ido a un recital de Living Colour y yo me hice un evatest. Dos rayitas, y ahí nomás me recibí de Madre.
Luego un embarazo tipo lavarropas (porque hay gente que se embaraza toda, como yo), un parto más bien complicado y un bebe. Y arreglate.

Seis años después me olvidé de todo y reincidí. Pero ya era madre, la segunda bebe vino al mundo con una madre experimentada. O usada, que no es lo mismo.


Me recibí de madre decía, que nada tiene que ver con el despertar del instinto maternal. Creo yo, y si tengo que apostar me juego al todo o nada, que yo no tengo tal cosa.
Digo, estoy dispuesta a dar la vida por mis dos hijas (por separado o en conjunto, como quieran. Mejor en conjunto porque vida tengo una sola y no quiero hacer diferencias). El problema es en el día a día. Ahí es en donde sospecho que estas dos nenas van a tener problemas serios.

A mi el amamantamiento me parece casi una tortura, soy incapaz de hablarle a mis hijas con media lengua, mis embarazos fueron una letanía insoportable, les hago burla cuando hacen caprichos, les exijo en todo como su tuvieran 34 años, las dejo libres en un sentido y las ahogo en otro. Soy estricta y divertida, casi ciclotimica. Hay días en los que me iría peregrinando a Tailandia. Sola.


Sentencio máximas del estilo de “Lo que no se comparte se tira por la ventana” y rubrico sentencias del estilo de “Aunque no estés de acuerdo haces caso primero y después lo discutimos”. Hay momento en los que mis hijas me miran, lo juro, como si estuvieran dudando de mi cordura.


Soy de las que declaman en las reuniones de padres. Soy de las que no tienen problemas en calzar tacos rojos y escote profundo si se me antoja. Soy de las que odian la voz impostada de Cantando con Adriana y detestan a la barbie. Soy de esas madres imposibles para una hija adolescente. Estas chicas no saben lo que les espera.


A pesar de todo pero sobre todo a pesar de mi, pareciera que no venimos haciendo las cosas tan mal. Las nenas son elogiadas por todos nuestros amigos. Son educadas, buena onda, ubicadas, simpáticas y la mayor hasta cultiva, desde pequeña, una cierta ironía que me hace hinchar de orgullo (Para los que piensan que todo lo que tengo adentro es comida, tomá). Debo confesar, sin embargo, que nacieron así. No registro ningún mérito personal es esto. Capaz es instinto de supervivencia, el de ellas digo. Y además está el padre, que es casi un lujo en casi todos los sentidos.


Esto no es falsa modestia. No será peor para ellas que para otros hijos con otro tipo de madres. Pero seguro será distinto. A cambio les ofrezco a ellas la pasión que pongo en todo, incluso en ellas pobrecitas, una fuerza que puede mover un mundo si lo necesitan, un optimismo a prueba de balas y la seguridad de que serán lo que deseen, y que no importa si se caen, van a poder levantarse. Y sino, las voy a levantar yo a fuerza de patadas en el culo y de abrazos.


Mientras, puedo dejar lo que estoy haciendo para ponerme a bailar con ellas, les leo desde que nacieron, organizamos visitas multitudinarias de amiguitas, escribo las obras de teatro que se representan en el colegio, las puedo llevar a recitales y a muestras de arte, y podemos ir disfrazadas al supermercado.


Aclaro, lo mío no es falta de ejemplos. Mi mamá es la mejor mamá del mundo. Ella siempre me dice: “Te deseo con tus hijas la mitad de lo que vos fuiste para nosotros”. Y no son buenos deseos, hace clara referencia a mi capacidad para hablar sin parar durante años y a mi tremenda rebeldía adolescente. Y nunca se lo dije, pero yo varias veces he pensado: “Le deseo a mis hijas la mitad de madre de lo que vos fuiste para mi”. Y eso si, lo juro, son buenos deseos.

domingo, 19 de octubre de 2008

M de Muchas razones para NO ser MADRE.


Se me ocurren millones de razones para no tener hijos. Rápidamente enumeraré las 5 que primero se me vienen a la cabeza, esperando que con eso sea suficiente para que Usted tome conciencia. No pretendo convencerla, pero si me parece justo advertirle.

1. El EMBARAZO es un engorro. Usted se va a sentir mal. Pero mal mal. Tendrá forma de lavarropas redondo, los antiguos. Tendrá sueño y hambre, no se podrá dormir y vomitará. Las nauseas regirán su vida y los nueves meses le parecerán nueves años. Le podría hablar de las estrías que quedan de recuerdo, pero me da no se qué. Hay gente que la pasa bomba, brilla como el sol y sólo parece que se hubiera tragado un melón. Pero a mi no me pasó, así que yo simplemente las odio.


2. El PARTO tampoco es una fiesta. Duele como el peor dolor de ovarios mezclado con el peor ataque al hígado. Si te toca episiotomía puede ser incluso que te prometas a vos misma optar por el celibato de ahí en adelante. Luego te dan al bebe y ahí nomás te ataca una especie de amnesia selectiva. Esto debe ser un fenómeno geográfico, en China seguro que no pasa y por esto tienen sólo un hijo por pareja. Nadie en sus cabales volvería a pasar por esta experiencia voluntariamente.

3. Tu AGENDA es otro tema. Del evatest en adelante tu cronograma diario cambia drásticamente. Básicamente deja de ser tu agenda para pasar a ser la agenda de retoño. Tus actividades, tu vida independiente y libre queda relegada, olvidada, mustia. Al principio tu rutina está armada en torno a las visitas al Pediatra, las vacunas y la compra de pañales (sin olvidar la lactancia, que es una especie de cepo pero en las tetas). Y ahí, ahí nomás, cuando los controles con el médico se empiezan a espaciar, de repente la criatura empieza a tener agenda propia: Jardín, cumpleaños, danza, natación, cocina, dibujo, jockey… y podría seguir así páginas y páginas.

4. No importa cuánto hayas estudiado. No importa cuánto títulos tengas. No interesa si sos la CEO de una empresa, puesto que lograste teniendo que agarrar de las pelotas a varios tipos. Ya no es relevante la cantidad de idiomas que hablás o los libros que tengas publicados. Mucho menos los que hayas leído. De ahora en más tu vida es la misma desde adentro y para afuera. Para afuera sos MAMI. La enfermera te dice mami, el colectivero te dice mami, el pediatra te dice mami, la maestra te dice mami, el diarero te dice mami. Y vos sos una mami, pero seguro no de esta manga de gansos que te destrozan la identidad. Y para adentro, creéme, te va a ocurrir que un día, con el antecedente de que en la Facultad se dio una clase abierta sobre tu final de semiología, te vas a encontrar diciendo, mientras fruncís el seño y se te humedecen los ojos “La bebe no me hace caca”.

5. Y tal vez la razón más importa es lo DEFINITIVO de la cuestión. Vos podés dejar de ser empleada, podés dejar de ser gorda, podés dejar de ser atleta, podés dejar de ser rubia, podés abandonar tu puesto en consocio del edicifio e incluso podés abdicar del puesto de esposa. Pero si sos madre ya está. Sos para siempre, en cualquier circunstancia. Y las noches y los años se te pasan en torno a esa realidad. Te encontrás haciendo cuentas para estimar cuando se irán a vivir solas las nenas, pero sabés que incluso ahí vas a seguir siendo madre. Las 24 horas. Los 7 días de la semana.

Hasta aquí algunas razones de gran peso para evitar la maternidad. Ahora, si como yo, a pesar de esto seguís pensado que la maternidad es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida, resignate, es porque ya sos madre. Aunque no tengas hijos.


Entonces para las que nos parieron, para Ustedes y para mi…


FELIZ DÍA. Y MI MÁS SINCERA ADMIRACIÓN.

M de Mi mamá me ama. Mi mamá me mima. Yo amo a mi mamá.


SECCIÓN: Mujeres (Y/o) madres (Y/o) argentinas INVITADAS.

7hs., día 1º de febrero del año del Señor de 1974. E-se despierta con las primeras contracciones (de su vida ¿se entiende?) tiene 24 años, G 30 (papá del bebé) él no tiene contracciones, pero sufre no de caprex (léase cagazo pré examen) sino de caprep (cagazo pre parto). E le dice: G me parece que va a nacer, me duele… (no sabíamos el sexo) G corre al baño, comienza a afeitarse (léase me rajo de la escena) y E corre a la cocina para tomar y comer algo (digamos el hambre nunca se pierde ¡epa!).

E corre al baño entre dolor y dolor e intenta ducharse, lo hace a medias mientras G sale del baño (previo olvido de enjuagarse la cara, con la crema de afeitar decorándole el rostro) para agarrar el bolso y por fin a la Cínica (Olivos Porsu).
Llegamos tipo 8hs. y mis contracciones osea las de E estaban firmes en c/5’ G avisó a la Empresa que no podía ir por razones obvias y a la partera que fue la que me hizo hacer los ejercicios pre-parto (merece capítulo aparte).

Me internaron en una sala para que esperemos el devenir de los hechos (hechos de hacer, de hacer boludeces porque del curso pre-parto ni nos acordábamos).
Mientras yo gritaba en cada contracción puteaba y juraba que nunca mas iba a tener un bebé, mi marido sufría a mi lado mientras recordaba que no había desayunado.

A pesar de que transcurría febrero (o empezaba mejor dicho) G tenía puesta una camisa de plancha con costura francesa. Esto lo traigo a colación porque tipo 11hs. (yo ya en estado de desesperación) le arranque la manga izquierda limpita, y mi esposo, al fin, quedo mas fresco.

Luego los médicos decidieron llevarme a la sala de partos porque se estaban sublevando todas las parturientas a causa de mis gritos.

G en estado desesperado, con un aspecto medio extraño, tuvo que recibir suegros y madre en el pasillo de la clínica. Para esto, dentro del quirófano, tipo 13:15hs. E ya había parido una beba que pesaba 3,300, lloraba con una voz estentórea y reclamaba algo que comer.

Afuera la familia vivía un drama importante. En el frente de la sala de partos había 2 bombitas, una celeste y una rosa, a las 14hs. Aún no se había encendido ninguna, y mi mamá desaforada gritaba ¡Están muertas mi hija y el bebe! Y mi suegra la consolaba diciendo: L no exageres!.

Así comenzó la historia de B y la nuestra con ella.

AUTORA: E, mi mamá.

lunes, 13 de octubre de 2008

M de Mamama.


Mamama está a punto de cumplir 90 años. Es mi abuela.
Las mujeres de mi familia son todas fuertes, de armas tomar. Y los hombres también, pero porque no les quedó otra. Digo, si tenían intención de meter algún bocadillo de vez en cuando más le valía hacerse valer. Además, el tipo de mujeres de mi familia, en las que mi incluyo, no soportarían tener a un ganso al lado. Así que lo hombres son más callados pero bravos.

Mi abuelo Santiago, un tipo altísimo de ojos claros que cantaba tangos y que, luego de dejarlo, fumaba un cigarrillo por año, cada 31 de diciembre, murió joven hace ya muchos años. Se murió dormido, al lado de Mamama. La encontraron arrodillada al lado de la cama, abrazada a su marido muerto. Después pasó una semana en casa, y al séptimo día regresó sola a su hogar.

El abuelo se murió, pero Mamama, en contraposición, está vivísima. Nunca tomó ni fumó, siempre fue muy medida en lo que comió, se mantuvo activa y sana. Unas gambas que aún no se pueden creer y el culo más parado que el mío. Hasta pocas arrugas tiene. Le duele la rodilla. Y renguea un poco, pero nada más. Ah, y tiene un marcapasos, pero eso, lejos de ser un problema, la va a mantener viva durante siglos.

Desde que enviudó tuvo muchos pretendientes, pero como dice mi madre, la “Señorita Alegría” se encargó de ahuyentarlos a todos. Está bárbara Mamama. Lástima el Alzheimer.

Enfermedad cruel que te convierte los días, sobre todo para los que no la sufren, en una especie de paso de comedia (pero de humor negro).

Con esa impunidad que tienen los viejos Mamama ha declarado, sin ningún pudor, que no sabía qué iba a hacer cuando se le muriera Alfredo. Podría sonar preocupante si uno no supiera que Alfredo es el remisero que la lleva y la trae. Y que tiene 40 años menos que ella. Hubiera pagado yo por verle la cara a Alfredo ante semejante lamento.

Te mira Mamama, que aunque hay días que no se quieren bañar siempre está pituca, y te pregunta seriamente si vos tenés llaves o si estamos seguros de que ella siempre uso llaves para entrar a su casa. Frente a este tipo de declaraciones mi madre la mira, nos mira y nos augura tranquilidad, asegurándonos que ella de ningún modo va a vivir tanto. Mamama a diario predice su muerte inmediata. Y exige que le prestemos atención en consecuencia. Con esto último ya llevamos comos quince años, y para ser honestos, no podemos asegurar que se deba a la enfermedad.

La vida es una caja de sorpresas con Mamama. Llamó, por suerte no a la madrugada como acostumbra, y dijó que acababa de vender la casa, que “había firmado”. Mientras mi madre, tana, intentaba auto frenarse un paro cardiorrespiratorio, y le gritaba al teléfono, mi padre le sugería, calmo, que le preguntara si había cobrado, porque como la casa no estaba a nombre de ella, quien sabía, capaz Mamama había hecho el negocio de su vida y nos salvábamos todos.

Y en la última reunión familiar no dejaba Mamama de mirar a mi hija menor y de decir “que lindo el nene”, mientras mi mamá le vociferaba “Es nena”, y ella respondía que si, que claro, y que de pasó le dijera de quién es el nene porque no lo tenía presente. Y cuando te despedís te mira haciéndose la superada y te pide que por favor le mandes saludos a alguien, que por lo general, sos vos mismo.

Mamama habla a menudo con los que ya se murieron, y es lógico, porque está más cerca de ellos que de nosotros. Recuerda como vestía cuando tomó la comunión, pero no logra recordar qué cenó anoche, o el nombre de mi tio, su hijo, al que llama, para simplificar, “ese muchacho”. Mamama se queja porque como le administran el dinero dice que no tiene ni para hacer cantar a un ciego, y otros días está que parece un un sol. Mamama es como una nena. Mi mamá está histérica y nosotras, las tres nietas, miramos el show con alguna participación especial, cuando se nos permite.

Está a punto de cumplir 90 años Mamama y se lo vamos a festejar. La fiesta será para la que fue y para la que es ahora. Procuraremos que venga alguna de las dos, no importa cuál. Y que más a o menos sepa a qué vino. Estamos preparados para que pregunte ochocientas millones de veces quién cumple años, para que niegue de cuajo que ella cumpla 90 años (Nunca se sintió vieja y nunca aceptó la vejez) y para que se quiera ir a su casa cada 15 minutos.

Lo que nos tiene realmente preocupados es que hace más o menos una semana le declaró a mi mamá que esto no daba para más, y que había que tomar una decisión: O se moría o vivía para siempre.

Y siendo una mujer que hace 60 años se casó a los 29 (una vieja solterona), que cultísima como era no terminó ni la primaria y que trabajó cuando estaba muy mal visto que una mujer trabajara, decía, siendo una mujer con todas estas características, a pesar del alzhemier suponemos, incluso contra natura, que la decisión final realmente está en sus manos.

Feliz cumple Mamama, y que se haga tu voluntad.

lunes, 6 de octubre de 2008

M de Musicalmente hablando.


El viernes me alcanzó forrando un cuaderno para mi hija mayor. Habilidades tengo, manuales ninguna. La señorita Laura debe pensar que el cuaderno lo forró la nena de 6 años. Y que lo hizo bastante mal para su edad. En fin, a dos horas de haber comenzado el viernes me fui a dormir.

Apenas 4 horas y media después me levanté y me bañe. Me tome la taza que gracias a Dios me prepara mi marido todas las mañana de café negro expreso, amargo. Me vestí de persona. Mientras me vestía levanté a la mayor, desayunó, se bañó mi marido, despertamos a la menor, rezamos para que estuviera de buen humor y partimos. Hormigas marchando hacia las tareas diarias.


Nos subimos al auto y noté que en mi cartera, un depósito que mezcla tecnología y pañales, no estaba el maquillaje. Los viernes no voy a la oficina, voy a la Facultad. Mi socia me anotó en un posgrado. Lo pagó y luego me avisó. Básicamente lo que hizo fue ponerme una patada en el culo y depositarme en un aula, como para ver si después de mi segundo parto puedo volver a poner en funcionamiento alguna neurona. Tan optimista ella siempre. Y tan práctica.


La mayor al colegio, la menor a lo de mi suegra, yo a buscar el maquillaje (realmente no podía presentarme socialmente con esa cara de viernes). Tren, colectivo. Una barrita de cereal, el pasquín El Argentino y un libro de Tom Sharpe. De paso, iba yo en el 130 a las casi 9 de la mañana leyendo, cuando veo al lado mío, parado, a un joven universitario de pelo largo con los ojos como dos huevos duros leyendo mi libro. Claro, yo me estaba riendo del humor inglés Sharpe, que hablaba llanamente del sexo anal, con la crudeza propia del sarcasmo. Pobre pibe, demasiada estimulación para esas horas. Y difícil de contextualizar si no leíste el libro. Dura le debe haber resultado la mañana.


Luego, ya no hay tanto que decir: Clase, luego almuerzo, luego taller de posgrado, luego colectivo y tren. En el medio, llamados a la oficina, a mi marido, a mi suegra, a mi madre, a mi marido y a la oficina otra vez. Después mi casa, las nenas, cambiarlas, la comida. Y al final, ya casi la hora de ir al recital. Me gustan los recitales. He ido a muchos recitales. Intento seguir yendo, sólo que debo ser más selectiva.


Me saqué los tacos y el pantalón, me puse un jean y zapatillas. Me dejé la remera de vestir. Me saqué el collar pero olvidé sacarme los aros de gente seria. Y decidí que no me iba a sacar el maquillaje que tanto me había costado hacía ya tantas horas. Aunque sólo quedaran restos. Era un cadáver exquisito mi apariencia, pero de taller literario de barrio.


Como todavía no pude olvidar del frío que pasé en el recital de Soda Stereo, me puse polar (Yo no uso pouloveres y me pongo polar únicamente en la nieve) y encima un chaleco inflado. Casi muero sofocada, pero estaba demasiado cansada como para sacarme nada. Redonda, con el chaleco, rodeada de mis amigos todos varones, parecía un satélite.


Un kilombo estacionar. Finalmente, 7 cuadras después, un pibe nos indicó un lugar sobre un cordón amarillo. Y nos cobró 12 pesos. Caminamos tres cuadras, mi marido, un poco estresado, empezó a dudar sobre si había cerrado el auto o no y regresó a cerciorase. Claro que lo había cerrado.


Nos encontramos con nuestros amigos y entramos. Gente grande toda. Está bueno eso de dar con el promedio de edad de los asistentes a un recital. No siempre ocurre.
Empezó a sonar la banda. Un sonido de la puta madre. Y de repente, se cortó todo. Un silencio que choca conmigo. Hasta las pantallas se apagaron. Eso es un problema, porque con mi metro casi sesenta lo único que yo veo en los recitales son las pantallas. Y es gracioso, porque en este mundo raramente globalizado, en lugar de rebajar a puteadas al sonidista o de pedir que les devuelvan la plata, la multitud comenzó a corear la marca competencia de la marca que organiza el evento. Imagino a los departamentos de marketing luego haciendo focus group para evitar semejante barbaridad en el próximo festival. Y me da una risa.

Al final volvió el sonido. Y dos horas y pico de rock con aire sureño, algo de funk y algo de jazz. Y seguramente otras cosas que mi oído no supo distinguir.
La banda era la DAVE MATTHEWS BAND por primera vez en la Argentina. Impecable. Una Celebración, como debe ser.

Yo al menos, luego de semejante día, no me merecía menos.