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textos que en algún lado tenía que poner.

jueves, 2 de abril de 2009

M de Marzo (Ahora que ya es abril)


Marzo es un mes espantoso. Para los que hemos tenido cría, esa es una verdad absoluta.

No se trata solo de tener que enfrentarte con la dura realidad del largo año que comienza luego de las vacaciones (Que además te dejaron agotado). No se trata tampoco, o por lo menos únicamente, del comienzo de las clases. Si, es cierto, para hacerte de todos los útiles necesarios para que el niño se forme tenés que vender un riñón, y como tenés dos pero uno es necesario para vivir (La máquina de diálisis es más cara que el riñón) y suponiendo que tu pareja colabore con uno de sus órganos, tenés sólo dos años asegurado de escolaridad para el primer retoño. Y luego vamos viendo.

Pero no es eso sólo decía, el verdadero problema que hace de Marzo un mes deleznable son las actividades extracurriculares. Esas a las que mandás a los niños esperando que se cansen. Y claro, la que se cansa sos vos. Deporte, música, arte. Y todas las combinaciones de estas tres variables que se te ocurran se confabulan para hacerte mierda la agenda y cada minuto libre que pensaste que tenías y que debes ceder en pos del pool (el juego no, el llevar y el traer si) de turno. Y si te parece tremendo, te advierto, te puede pasar que lo tengas que hacer en remis. 4 nenas, 4 destinos, lo suficiente como para que el remisero, pedazo de desgraciado con mal gusto, te destroce el día con el CD completo de los grandes éxitos de Valeria Lynch. Pasaron diez días y aún me sorprendo cantando “Despacito, suavemente…”. Espero que le saquen la licencia al muy turro.

Este año entonces, resignada ya, finalmente me convencieron. Y la mayor empezó hockey. Por un lado me entusiasmaba la idea de que no siga mis pasos con años de taller literario y canto y una sobrealimentación considerable. Por otro lado, no voy a hacerme la boluda justo acá, estaba harta, HARTA, de los festivales de danzas que veníamos soportando en los últimos años, y esto era una opción.

Un párrafo se merecen esos maratones interminables, en día de semana porque el teatro es más barato, en donde ves bailar, mal, a millones de nenas que no te importan en lo más mínimo para ver bailar, también mal, cinco minutos, a tu hija, que no es que no te importe, pero que, mentalmente agotados de tanta música con fritura, apenas podés apreciar y enternecerte rapidito para ir a comer cualquier cosa y a dormir que mañana es día laborable.

Volvamos al hockey entonces. Venían insistiendo las mamás de otras nenas del colegio que ya iban y nosotros resistiendo. Este marzo nos ganaron, a pesar del malestar de mi marido que no quiere que haga hockey porque teme que en los años venideros se la curta un rugbier conocido en el tercer tiempo. En casa nos van más las remeras de Megamuerte que las chombas rosas. Intenté explicarle que curtir la nena en algún momento iba a curtir igual, independientemente de la actividad extracurricular que practicara, y aunque cambié el término curtir por “tener relaciones” el tipo se puso pálido y me pareció prudente cambiar de argumento. Bastó con la amenaza de que al próximo festival de danza iba solo y que además era el encargado de procurar todo el vestuario para que se diera por vencido.

Llegó el sábado y partimos al primer partido. El marido vencido había llegado del exterior hacía unas horas antes. Estoico se baño y se vistió y salimos con las nenas y todo lo necesario para pasar una mañana en el club. Cuando miré bien, el volumen de los bártulos era similar al de las vacaciones, pero bueno, hay cosas en las que ya no nos detenemos a reflexionar porque todo no se puede.

La vi jugar con alegría, me dio placer. Eso mezclado con un cierto temor porque no tiene incorporado aún el concepto del palo en el piso y reconozco que varias veces pensé que desnucaba a alguna compañerita. También tuve lugar para el estado de alerta general porque la menor andaba suelta, y sería triste que tengamos que volver a la danza porque la bebe incendió el club y fuimos echados. Además me tomé el tiempo de observar como mi consorte miraba de reojo y con la mirada turbia a los pequeños pichones de rugbier. Sospecho que nuestros sábados, por lo menos los que vayamos a los partidos, van a ser, como decirlo… si, complicados. Pero ahí estamos.

Y como dato, cuando mi hija entró a la cancha, volvió gritando que no tenía puestos los protectores “mentales”. Yo, que soy de piola y de cínica, le dije que eran dentales, que sus protectores mentales éramos nosotros. Y ella, que es mucho más piola que yo pero de cínica nada, se dedicó a mirarme. Cualquiera desde afuera podrá pensar que la mirada no era otra cosa que una señal de no haberme entendido. Yo, que la parí, traduzco su silencio contemplativo como un total descreimiento frente a semejante aseveración.

Le compré el uniforme y por suerte el padre está de viaje, así que se infartará luego, cuando la vea, a ella con sus 7 años y su minifalda talle 12 (porque la nena es gigante).

Mientras, relajo la mano, contenta porque vuelvo a escribir. No es casual que sea sobre Marzo ahora que ya es Abril. Y sirva de excusa todo esto para aquellos que me han pedido, solicitado y exigido palabras frescas.

No se si frescas, pero palabras hay. Y no es falta de ganas, es falta de tiempo. Y definitivamente no es falta de tema. En este mes tan ajetreado, empecé una dieta por primera vez en mi vida, mi padre me enganchó para organizar el cumpleaños de mi abuela la que no se murió, me sale el laburo por las orejas, tengo que aprender a manejar urgente, mi marido sumó un par de viajes que me dejaron viuda varias semanas de este marzo, no dejan de aparecer malcogidos para convertir la trilogía (aún incompleta) en un clásico, empezó el otoño que es la estación que más me gusta y tal vez por eso acabo de descubrir que el pescadero de mi barrio es uno de los hombres más lindos que vi en mi vida.

Además, tengo que prepararme psicológicamente para cuando a la mayor le enseñen a dividir y poner toda mi capacidad de abstracción (Yo, que promocioné con 10 semiología en el CBC) para no confundirme con la organización de las idas y venidas y de a quién le toca llevar a quienes, a dónde y a qué hora. Una de mis mejores amigas se casa a mediados de año y tenemos que castrar a la gata y cambiar el piso del living.

Por si fuera poco, estoy diagramando concienzudamente el estropicio que voy a hacer con las tarjetas de crédito cuando baje lo suficiente de peso, y el tatuaje que me voy a hacer de auto premio cuando llegue a mi peso “saludable”. Pegué vinilos circulares en una pared de mi casa, odio a todos los fabricantes de botas por los precios que les han puesto este año (Y porque el riñón ya lo vendí para lo útiles, puta madre, haberlo sabido), pienso mucho en un amigo al que se le acaba de morir el papá, ahora que, por la edad que tenemos, ya es “natural” y organizo un festival de rock para mediados de año. Porque si.

Temas hay, dejo detalle y garantía. Gracias por pedir, creo que vuelvo pronto. Porque lo disfruto horrores. Porque quiero escribir sobre todo esto. Y porque debo hacerlo antes de que vuelva a ser Marzo, que es cuando me quedo sin hojas.