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textos que en algún lado tenía que poner.

lunes, 20 de octubre de 2008

M de Madre yo.

Un día después del día de la madre, con la resaca alimenticia y el jet lag del cambio de horario (A quién se le ocurrió que un buen regalo para el día de la madre era una hora menos de sueño, ta que los parió), pensaba en cómo había llegado yo a este lugar. Al del día de la madre digo.

Mi marido se había ido a un recital de Living Colour y yo me hice un evatest. Dos rayitas, y ahí nomás me recibí de Madre.
Luego un embarazo tipo lavarropas (porque hay gente que se embaraza toda, como yo), un parto más bien complicado y un bebe. Y arreglate.

Seis años después me olvidé de todo y reincidí. Pero ya era madre, la segunda bebe vino al mundo con una madre experimentada. O usada, que no es lo mismo.


Me recibí de madre decía, que nada tiene que ver con el despertar del instinto maternal. Creo yo, y si tengo que apostar me juego al todo o nada, que yo no tengo tal cosa.
Digo, estoy dispuesta a dar la vida por mis dos hijas (por separado o en conjunto, como quieran. Mejor en conjunto porque vida tengo una sola y no quiero hacer diferencias). El problema es en el día a día. Ahí es en donde sospecho que estas dos nenas van a tener problemas serios.

A mi el amamantamiento me parece casi una tortura, soy incapaz de hablarle a mis hijas con media lengua, mis embarazos fueron una letanía insoportable, les hago burla cuando hacen caprichos, les exijo en todo como su tuvieran 34 años, las dejo libres en un sentido y las ahogo en otro. Soy estricta y divertida, casi ciclotimica. Hay días en los que me iría peregrinando a Tailandia. Sola.


Sentencio máximas del estilo de “Lo que no se comparte se tira por la ventana” y rubrico sentencias del estilo de “Aunque no estés de acuerdo haces caso primero y después lo discutimos”. Hay momento en los que mis hijas me miran, lo juro, como si estuvieran dudando de mi cordura.


Soy de las que declaman en las reuniones de padres. Soy de las que no tienen problemas en calzar tacos rojos y escote profundo si se me antoja. Soy de las que odian la voz impostada de Cantando con Adriana y detestan a la barbie. Soy de esas madres imposibles para una hija adolescente. Estas chicas no saben lo que les espera.


A pesar de todo pero sobre todo a pesar de mi, pareciera que no venimos haciendo las cosas tan mal. Las nenas son elogiadas por todos nuestros amigos. Son educadas, buena onda, ubicadas, simpáticas y la mayor hasta cultiva, desde pequeña, una cierta ironía que me hace hinchar de orgullo (Para los que piensan que todo lo que tengo adentro es comida, tomá). Debo confesar, sin embargo, que nacieron así. No registro ningún mérito personal es esto. Capaz es instinto de supervivencia, el de ellas digo. Y además está el padre, que es casi un lujo en casi todos los sentidos.


Esto no es falsa modestia. No será peor para ellas que para otros hijos con otro tipo de madres. Pero seguro será distinto. A cambio les ofrezco a ellas la pasión que pongo en todo, incluso en ellas pobrecitas, una fuerza que puede mover un mundo si lo necesitan, un optimismo a prueba de balas y la seguridad de que serán lo que deseen, y que no importa si se caen, van a poder levantarse. Y sino, las voy a levantar yo a fuerza de patadas en el culo y de abrazos.


Mientras, puedo dejar lo que estoy haciendo para ponerme a bailar con ellas, les leo desde que nacieron, organizamos visitas multitudinarias de amiguitas, escribo las obras de teatro que se representan en el colegio, las puedo llevar a recitales y a muestras de arte, y podemos ir disfrazadas al supermercado.


Aclaro, lo mío no es falta de ejemplos. Mi mamá es la mejor mamá del mundo. Ella siempre me dice: “Te deseo con tus hijas la mitad de lo que vos fuiste para nosotros”. Y no son buenos deseos, hace clara referencia a mi capacidad para hablar sin parar durante años y a mi tremenda rebeldía adolescente. Y nunca se lo dije, pero yo varias veces he pensado: “Le deseo a mis hijas la mitad de madre de lo que vos fuiste para mi”. Y eso si, lo juro, son buenos deseos.