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textos que en algún lado tenía que poner.

martes, 28 de octubre de 2008

M de Mañanero.


Si bien no soy precisamente un solcito tengo ciertas bondades, como todos, que hacen que la convivencia conmigo sea, por lo menos, llevadera.

Voy por la vida con un humor ácido constante, hablo a los gritos, hasta por los codos y hasta con las piedras. Me río fuerte, soy buena compañera para las penas y para la diversión, tengo una charla amplia y razonablemente interesante, soy un tanto escandalosa, brutalmente honesta, considerablemente juguetona y extremadamente útil para resolver crisis y conflictos (más ajenos que propio, obvio). En fin, un paquete un tanto llamativo pero divertido y hasta cariñoso.

Ahora, el racimo de virtudes desaparece a la mañana. Cuando me despierto odio al mundo y el mundo me odia. Profundamente en ambos casos.

Mi humor mañanero es deleznable, como si el mal aliento matinal de todos los mortales hubiera hecho metástasis en todo mi organismo. Tengo que admitir que de todos modos, una vez que arranco ya está. Es que no es que me guste dormir exactamente. Pero no me gusta acostarme, me acuesto tarde, muy tarde, y sobre todo no me gusta levantarme. Nunca me gustó.

De pequeña jugaba incluso a ver las letras cuando mi mamá ya me había apagado la luz. Divino el astigmatismo actual, pero bueno, quién puede asegurar que sea por eso… De más grande el colegio fue una tortura. Recuerdo haberme puesto el uniforme adentro de la cama (Se ve que a mi madre ya no le quedaban fuerzas para seguir educándome a esas alturas, o a esas horas…). Tan temprano entraba al colegio, teníamos “pre hora”. Pedazo de brutos literales, así le había puesto. Que poco marketing. Por lo pronto era “pre” a mi tiempo de despertarme. Eso ocurría entrada la mañana, incluso a veces hasta me peinaba para festejar el acontecimiento.


Luego la Facultad. En San Telmo. Una hora y media para ir, una hora y media para volver. Si no hubiera sido porque no me alcanzaban las horas de año para estudiar podría haber escrito un libro. O varios. “Mi vida en el 130”, “Nacer, crecer y morir en el 130”, “La fauna del 130”. Y varios más. Sabía quien se bajaba, quien se subía, quien se había comprado zapatos nuevos o se había depilado las cejas. En el 130 me pintaba las uñas, estudiaba, escribía, desayunaba, y claro dormía.

Luego la vida en general y justo cuando la cosa se había acomodado y mi empresita ya estaba lista como para poder empezar el día sin mí, ahí nomas agarro y tengo hijos. Porque nadie me puede acusar de poco osada. Un poco masoquista, pero cobarde no. Y entonces, arrancamos el colegio. Actualmente nos levantamos a las 6.30. Hasta el gato se levanta a esa hora. Y si nos quedamos dormidos nos rasca histéricamente la puerta (Como si yo necesitara un motivo más para detestar el inicio del día).

Los despertadores me resultan inhumanos, así que nos despierta la radio. Una vez mi marido sin querer movió el dial y se me mezclo en el entresueño la voz de Laje. Día perdido. Imposible de remontar.


Ahora que lo pienso, tengo que sumar a la historia que justo cuando yo ya había decidido que si mi pareja me amaba me tenía que soportar así y se acabó, y que ya iba yo a ceder otras cosas, pero eso no, ahí llega la venganza de los dioses, y nos nace una criatura que se despierta cantando. Es que a uno le dicen que por los hijos se dejan de lado ciertas cosas, que uno se sacrifica, que se relega. Si, si, todo muy bonito, yo no tengo drama, un riñón les doy si es necesario, pero nadie me avisó sobre el innegable hecho de que tenía que superar el mal humor matutino.

Así que acá estamos, levantándonos tan temprano que no lo puedo ni repetir. Mi marido se levanta y así, en bolas y dormido, lo primero que hace es prender la cafetera. Es que el tipo es sabio, y a fuerza de un café negro grande y express que me sirve todas las mañana me mantiene al menos neutralizada. Y sobrevivimos como en los grupos de autoayuda: “Una mañana a la vez”.

Y para los que están acá por el título, y antes de que me acusen de hacer proselitismo engañoso para difundir mi post, no tengo empacho en decir que para ESE tipo de mañanero no tengo problema alguno. Nunca.

Es lógico, porque además de otros muchos beneficios que no negaré, después de todo se trata de quedarse un rato más en la cama.

6 comentarios:

Martin Paoletta dijo...

Solo rasca a las 6:30 cuando no rasco antes a las 2:30, 4:30 o 5:30 y yo no me levante a encerrarlo en el lavadero+terraza para que se deje de joder.

Anónimo dijo...

Me cague de risa ! Tremenda confesion! JA
Aprte yo tambien vije años en el 130, me trajo buenos recuerdos...snif

sofia dijo...

pre hora!!! jajaj
me mato el final!! excelente!!

Anónimo dijo...

Muy bueno! A mí me pasa lo mismo, los años pasan y como hace 12 años que estoy casada, me ablandé un poco...pero... odio levantarme temprano. Si me levanto tarde, también es duro, y si estoy retrasada, peor! Tus textos son geniales, me encantaron, yo también viví una época arriba del 130!!!! JAJAJAJA!!!!!!!!!!!

BETA dijo...

Paula, Sofía, Mónica... Gracias x leer. =)
(A Martín no le agradezco nada, que tanto)

Rosario Guevara dijo...

Hola!! llegue a tu blog, xq el mio tiene nombre parecido y quise chequear si había homonimos.. y aca te encontre!! divertido..
Te paso el mio

http://rochita-mujermadreyargggentina.blogspot.com
besos